HASTA SIEMPRE… ENRIQUE
El trágico cuadro de la muerte nos reproduce con todo detalle la dolorosa escena, es, el trance final de una vida.
La noticia nos hundió en un insoportable pesar, como la presión de una pesada y fría losa sobre nuestro sentimiento que lo agobia, como golpe de maza, como una puñalada. Ha fallecido repentinamente Enrique Vidal Pina, nuestro fraternal y entrañable amigo. El pensamiento se atrofia, el agobio se impone, el dolor ha hecho presa en nosotros, la terrible realidad del hecho nos priva de concebir palabras.
Sencillo, sincero, tolerante y comprensivo, honrado y sabio en conocimientos. De espíritu moderno, siempre estuvo abierto a todos los ámbitos de la cultura. Profesaba un amor desmedido a todo lo relacionado con su terreta, a la que sentía y conocía como nadie.
Enrique fue ante todo un luchador nato, a través de su existencia nos dio muestras de un afán de superación digna de elogio. No escatimó esfuerzos en tal de sacar adelante a su familia, para ello recurrió a diversas ocupaciones, como secretario de Pitita Ridruejo, comerciante, incluso se adentró en correrías políticas, recordamos a Enrique impulsado por su amor a Monóvar, engrosar la lista de un partido político llamado «Independientes con Monóvar» en los tiempos de la transición política, que se presentó a las elecciones municipales. Él con voz firme y vocablo elegante, en el mitin celebrado en el cine Fleta, se dirigió a los asistentes pidiendo el esfuerzo de todos para bien de Monóvar, lo hizo de forma respetuosa, sin descalificaciones a sus contrincantes. Pero siempre en cualquier etapa de su vida, una pasión, una ocupación: La pintura. Sus conocimientos los quiso transmitir a las nuevas generaciones, desarrollando como ultima faceta la creación de su particular escuela. Allí, en un rincón típico monovero, transcurría las horas impartiendo su magisterio a los escolares, lo hacia con la ilusión de un principiante, además se ocupaba y preocupaba no sólo del plano artístico, sino también corrigiendo comportamientos y actitudes propias de chicos y chicas, a los que consideró también como sus hijos.
Maestro de maestros. La mayor satisfacción la experimentaba cuando hablaba de sus alumnos, muchos de ellos hoy profesores de dibujo y pintura, licenciados, doctorados en Bellas Artes.
Todo cuanto se diga de Enrique será poco, porque ni las circunstancias ni los perjuicios, que rodean ese pequeño circulo de la vida de un pueblo pudieron con él.
Marcial Poveda Peñataro