DEL EPISTOLARIO ANTONIO MONTORO-JOSÉ CAPILLA, EN TORNO AL LIBRO ¿CÓMO ES AZORÍN?

DEL EPISTOLARIO ANTONIO MONTORO-JOSÉ CAPILLA, EN TORNO AL LIBRO ¿CÓMO ES AZORÍN?

Casi seis años habían transcurrido sin relacionarse Montoro y Capilla. Durante el dramático período de nuestra Guerra Civil y años de la posguerra, a causa de sus respectivas peripecias, estuvieron sin saber el uno del otro. Un día cualquiera, recibe Montoro noticias del amigo, por aquel entonces en libertad condicional después de permanecer más de dos años en prisión. La respuesta de Montoro no se hizo esperar:

La primera carta que escribo dentro ya de 1942, es para usted. Se agolpan en mi cerebro infinidad de ideas, recuerdos, ansias de contar cosas, nostalgias. Pero no hay tiempo para deliquios intelectuales, ni aún sentimentales. La vida es dura, grave. Hay que trabajar mucho y seguir adelante. (3-1-42)

En esa misma carta narra como es su vida en aquel tiempo. Cita sus desplazamientos por ciudades de Castilla y León dedicado a la venta de libros, mercancía que conoce muy bien, como medio para sobrevivir en aquellos días grises, de cartillas de racionamiento y exaltación católico-nacionalista. Son tiempos de dura lucha, sin treguas, y la batalla parece no tener fin. La familia de los Montoro vive en el número 23 de la madrileña calle Ibiza; una vía relativamente moderna, alegre, junto a las frondas del parque del Retiro. En las mismas señas, la mayor de las cuatro hijas de Antonio Montoro, Luisa, se dedica a la docencia con la colaboración de sus oras hermanas. La academia lleva el poético nombre de Colegio Azul y, en ella, se imparten conocimientos a nivel de segunda enseñanza. Esta digna dedicación les permite sacar adelante su economía familiar. En esa época, realizaba yo el servicio militar en El Pardo y, gracias al influyente Bonmati de Codecido, conseguí ser trasladado a Madrid. Guardo un grato recuerdo de mis visitas al domicilio de la familia Montoro. Siempre fui acogido, con afecto, por todos los miembros de la misma. Muchas de mis tardes madrileñas, pasaba el tiempo conversando con Montoro, mejor dicho, escuchando a Montoro, lo cual me complacía enormemente. Era, Montoro, persona de vastos y profundos conocimientos sobre arte y literatura. Lector impenitente, los libros le obsesionaban; estaba al corriente de cuanto se publicaba en aquellos años y, buena parte de su tiempo, lo dedicaba a la lectura y a escribir en verso y en prosa. Como poeta, sus preferencia entre los contemporáneos, se inclinaban por Rubén Darío, Valle-Inclán, los dos Machados, Unamuno y Juan Ramón Jimenez. El grupo de escritores del 98, Gabriel Miró, Marañón y Eugenio D’Ors, formaban la nómina de sus autores favoritos. Desde los años de su juventud, se distinguió Montoro por su profundo conocimiento de la Grecia clásica, circunstancia patente en su pensamiento y en su obra literaria. Alguna tarde, acompañé a Montoro en sus paseos bajo los árboles del retiro, en la hora crespuscular, cuando el parque adquiere matices de estampa vieja. No era infrecuentes que la conversación versara en torno a los días monoveros de su juventud. Monovero por los cuatro costados, manifestaba vivo interés por todo cuanto tenía alguna relación con su pueblo. En una de las misivas dirigidas a mi progenitor, le decía:

Querido amigo Capilla: una viva satisfacción preside estos primeros momentos de comenzar mi escrito. He tenido en casa varias veces a su hijo Julio Antonio, ya tan hombre. Hemos conversado con él de Juliana, de usted, de las cosas de Monóvar y de Elda. Debe comprender que cada vez que percibo un airecillo de Vinalopó, me siento feliz… (1-4-48)

En otra carta comentaba:

Anoche estuvo en casa su hijo; charlamos y aún leí algunas páginas del libro (1). Como no hace más que sonreir, resulta un oyente delicado y respetuoso. Luego salimos a dar un paseo. Está Madrid delicioso…(25-6-48)

Por esas fechas, Montoro, estaba enfrascado en la biografía de su admirado Azorín. Tuve el placer de escuchar alguno de los capítulos del libro de labios del autor y, al finalizar su lectura, pobre de mí, debía de dar mi opinión. El libro llevaría el título de ¿Cómo es Azorín?. Montoro había comentado, con su fiel amigo Peñataro, el deseo de que fuese Capilla quien le prologase el libro. Cuando Montoro se dirige por escrito a mi padre con tal intención, ya estaba éste puesto en antecedentes por Peñataro.

Mi idea, –le escribe a Capilla-, es que usted comente el interés y la importancia literaria de mi obra, escribiendo un prólogo lo extenso que quiera, y una nota biográfica.

El autor del libro tenía escritas y pendientes de publicar su preciosa novela “AGARISTA DE MANTINEA” y su meritoria “POETICA ESPAÑOLA” y, pronto a ser editada por M. Aguilar, “EL ANECDOTARIO DE LA GRECIA CLÁSICA”. Con el tiempo, todas estas obras, se publicarían; era cuestión de constancia y paciencia y paciencia y, estas dos cualidades, formaban parte de la personalidad de Montoro. En torno al libro ¿Cómo es Azorín? y su prólogo, se origina, por esos días, una intensificación de la correspondencia entre Montoro y Capilla:

Creí que era una humorada vuestra lo que me dijo Peñataro de que deseaba de mí un prólogo, mas veo por vuestra carta que es cosa seria (2-4-48)

Mi gran ilusión sería, con el fin de conseguir un conjunto vital, que usted no se conformara sencillamente con el hilván de un prólogo de alabanza. La novedad y el interés brotaría de una polémica de interpretación del “hombre Azorín” entre lo que digo y lo que usted aprueba o rechaza, es decir, enfrentar con mis opiniones, un poco de carácter escueto, las opiniones suyas, seguramente más respetuosas.

He leído y releído ¿Cómo es Azorín? Veo que ponéis más interés en la anécdota que en el análisis. No os quepa duda que será “polémico”, no con vos, sino con cuantos han hecho circular juicios chatos y torcidos sobre la persona y la obra de “Azorín”.

De lo transcrito se desprende que el proleguista es claro y conciso en su juicio sobre el libro. Montoro agradece la sinceridad solicitada, consciente de la autoridad de Capilla en el tema azoriniano. El autor del libro ¿Cómo es Azorín?, no disimula su impaciencia por conocer el texto del prólogo solicitado y, con tal motivo, escribe:

Ya tengo deseos de conocer el prólogo. No enmendaré ni una palabra, diga lo que diga. Pero me agradaría que usted me indicase francamente, si ha encontrado algo en el texto mío que deba suprimirse o modificarse, ya por resultar poco correcto o por agresivo, ni siquiera desenfadado. (16-6-48)

El propósito del autor es entregar su obra a la editorial Biblioteca Nueva, dada su antigua relación personal con Ruiz Castillo, editor de Azorín y Gabriel Miró. No se deja esperar la respuesta de Capilla que le envía junto al prólogo solicitado: En temor que no os satisfaga el prólogo que os he escrito. He procurado no citar a casi nadie de cuantos han escrito y escriben sobre el maestro. Entre líneas leerá el lector inteligente más de lo expreso. En fin, ya me diréis, sineufemismos, vuestra impresión.…..no estimo que debáis modificar nada en vuestro libro, escrito a la ligera, es cierto, pero muy ameno por cuanto contáis de “Azorín” en su cuna. No veo nada indiscreto ni irrespetuoso. Además ya sabéis que Azorín está por encima de elogios y censuras.(19-6-48)

Leído el prólogo destinado a su libro, Montoro le hace al autor la siguiente objeción:

Voy a indicar a usted, con el descaro que me autoirza nuestra vieja amistad, que dicho prólogo puede ser despojado de tres párrafos sin que sufra el conjunto; al revés ganando en total su admirable trabajo. (25-6-48)

A renglón seguido, transcribe la parte del prólogo que, a juicio del autor del libro, deberá suprimirse y es, concretamente, la relativa a la participación de “Azorin” en la actividad política. Montoro quizás, en esta ocasión, pecara algo de escrupuloso. Desde la perspectiva del tiempo, no llegamos a comprender la pequeña mutilación efectuada en el contexto del prólogo del libro ¿Cómo es Azorín?. No todo el extenso epistolario Montoro-Capilla gira en torno a la biografía y su prólogo. En las cartas de los dos escritores hay constantes referencias y comentarios sobre el ambiente y actualidad literaria de la España de posguerra, aislada del Mundo, cociéndose en su propia salsa de infundada megalomanía y a la espera de que el tiempo vuelva las aguas a su cauce. Hablan en sus cartas, los dos viejos amigos, de asuntos familiares y amistades comunes; de acontecimientos culturales y, con alguna frecuencia, sale a relucir el tema de Monóvar. En una de sus cartas, Montoro, dice haber asistido, con una invitación, al estreno de la película EL CAPITAN DE LOYOLA, guión de Bonmati de Codecido y Pemán. Yo vi su proyección y me pareció malísima; un verdadero engendro cinematográfico, fruto de aquellos tiempos.Bonmati de Codecido y Antonio Montoro, escritores y paisanos, se relacionan y, de vez en cuando, se ven en el literario Café Gijón, en el pupularísimo Bar Chicote y en la Gran Peña, donde tiene la tertulia Bonmati. Ambos se intercambian sus obras y noticias del mundillo literario madrileño. Hay, también, en los escritos que se cruzan entre mi padre y Montoro, frecuentes alusiones al entrañable y común amigo Vicente Peñataro, dedicado a los negocios, cuya salud adolece de penosas crisis depresivas que nada bueno vaticinan. Antonio Montoro, poquito a poco, se introduce en los ambientes literarios de Madrid. Asiste a conferencias de su interés y adquiere las novedades literarias que se van publicando. Se muestra disgustado por la acumulación de obras suyas a la espera de ser editadas; quiere darse a conocer y no se arredra ante las dificultades del mundo editorial. Montoro, para darse a conocer, concurre con alguna de sus obras a los concursos literarios de la época: al Nadal, al Miguel de Cervantes, al Aedos, al Arniches y al premio del Círculo de Bellas Artes de Madrid. En ocasiones consigue ser clasificado como finalista y, de este modo, su nombre suena entre los escirtores partícipes en los jurados de los premios. Antonio Montoro logra cierta notoriedad al publicarle Biblioteca Nueva el libro AGARISTA DE MANTINEA, delicada novela de reconstrucción arqueológica, ambientada en la Atenas de la Academia, con Platón y otros grandes filósofos griegos como protagonistas. Azorín felicita, por teléfono, a su paisano Montoro y publica en el ABC -19 de octubre de 1949- un precioso artículo sobre AGARISTA DE MANTINEA.Volvamos al libro ¿Cómo es Azorín?, empantanado desde hace algún tiempo, a la espera de la iniciativa del editor para ser publicado. A Montoro le surgen dudas y se muestra indeciso. No sabe si será oportuno modificar el libro en extensión y contenido. Sobre tales dudas, mi padre advierte al autor del libro:

Mi opinión, sin autoridad, como mía, es que el original ¿Cómo es Azorín? debéis publicarlo tal como lo tenéis escrito. No os aconsejo que lo rehagáis, ni menos que lo hinchéis. Sino os satisface, quemarlo y escribir otro. Ahora bien, sabed que tiene interés, por lo circunstanciado, íntimo y anecdótico. (17-6-49)

Más adelante, prosigue:

Escribir una obra perfecta de “Azorín” es empresa ardua y costosa, es decir que requiere mucho estudio, trabajo y tiempo. Verdaderamente se ha escrito mucho sobre él, pero apenas se ha profundizado en el significado de la magna y excepcional obra de este escritor. Modestia aparte, nadie le ha estudiado como yo, que le vengo siguiendo con constancia, fervor y sacrificio desde hace más de treinta años. Si yo tropezase con un editor romántico, que me “fletase”, llevaría a cabo mi obra, para la cual solamente me falta poderme enajenar durante algún tiempo de toda preocupación y afán cotidiano y así polarizarme en esta tarea.

Como las dudas del autor de ¿Cómo es Azorín? no parecen disiparse y sigue con sus indecisiones respecto al libro, mi padre vuelve a exponer su opinión respecto a la obra biográfica de Montoro:

No sé porqué me temo que no publiquéis ya este libro. Acusáis en vuestra última carta temores y escrúpulos a mi juicio infundados. Ni con la publicación os jugáis vuestra condición de intelectual, ni vuestra sensatez, ni vuestra ecuanimidad. Nada tiene el texto de incorrecto ni pretencioso. Es un ensayo biográfico ameno y sin trascendencia, quiero decir que nada ha de afectar el concepto y prestigio literarios de Azorín, cuando con tanta gravedad se escribe el maestro, bien es tener unas páginas aristofánicas o familiares. Tened la seguridad de que cualquier editorial aceptará el original con mil amores. Y, Azorín, en su fuero interno, celebrará el “chau-chau- sobre su vida y su obra.” (3-11-49)

En una entrevista de Montoro con su ilustre paisano “Azorín” le habla a éste del libro ¿Cómo es Azorín? y le participa que llevará el prólogo de José Capilla. El comentario del autor de “Castilla” es el siguiente: “Capilla es un amigo de muy finas atenciones”.No tenemos más remedio que dar un salto en el tiempo a fin de evitar, en la medida de lo posible, que este escrito mío resulte prolijo en demasía, y nos trasladamos al año 1953. Habían transcurrido, aproximadamente, tres años desde la dramática muerte del común y entrañable amigo Vicente Peñataro:

“De nuestro grupo monovero, ya mermado por la “Descarnada” ¿quién seguirá al amigo que nos ha dejado”.

Muerto Peñataro, quedó roto, para siempre, el trío de amigos íntimos, cuyo origen se remonta a los años felices de su juventud en Monóvar.Por fin, después de cinco años de espera, se va a publicar ¿Cómo es Azorín? Será Biblioteca Nueva, cumpliéndose así el deseo de su autor, quien lo edite. Otra vez y, dada el tiempo trascurrido, propone Montoro a mi padre, si éste lo considera oportuno, el efectuara alguna modificación en el prólogo.

Vamos a ver si por fin -le expone Capilla- a primeros de abril se publica su libro ¿Cómo es Azorín?, según me dice que le ha prometido la Biblioteca Nueva. ¿Está ya corrigiendo las pruebas? Ahora, al cabo de cinco años de haberlo escrito, he releído mi prólogo y, la verdad, creo que lo mejor es dejarlo como está, no vayamos a empeorarlo con modificaciones o añadiduras. Me disgusta por la forma, no por la esencia del mismo. Es un fenómeno que me sucede siempre que releo algo mío: no me agrada, por estima que de nuevo lo haría, sino bien, mejor. Dejémosle pues así”.(9-3-53)

Dice Montoro, por esas fechas, que al parecer, Azorín está interesado por su libro y ha entregado dos o tres fotografías de Monóvar al editor para ilustrar el texto. También comunica a mi padre su proyecto de escribir un libro biográfico sobre el querido escritor Gabriel Miró. Hasta entonces, según Montoro, sólo se conoce la biografía escrita por el alicantino José Guardiola Ortiz y de eso hace muchos años.Por correo, recibe mi padre el ejemplar, dedicado por el autor, del libro ¿Cómo es Azorín? y, con dicho motivo, le escribe:

Me pareció largo el contenido del original; en cambio, ahora, editado, me ha resultado de breve lectura. De acuerdo en que se refiere más al hombre, en su conducta, que al escritor en su arte, lo que hace que se lea con interés e incite a la polémica, pues el hombre que hay en Azorín es su talón de aquiles.” (27-5-53)

El maestro Azorín que, como era natural, había recibido el libro dejado por Montoro en la portería de su domicilio, le envía una cariñosa misiva:

Querido Montoro: Muchísimas gracias. Ha hecho usted un libro agudo, ameno, circunstanciado. Lo leo con delectación y revivo, en sus páginas, los pretéritos días de nuestra ciudad, de suaves perspectivas, cercana al claro y eterno -eterno en la civilización- Mediterráneo. Cordialísimo saludo. Azorín

Estas frases elogiosas de Azorín, llenan de satisfacción al autor del libro. Es la mejor recompensa al esfuerzo y dedicación que ha supuesto la elaboración de este ensayo biográfico. En su pueblo, Monóvar, el libro tuvo muy buena acogida entre la intelectualidad local. Mi padre consideró un éxito la venta de una docena de ejemplares de ¿Cómo es Azorín? en la “ciudad apacible”. Los mal intencionados aseguraban que el erudito Marcolán (Silvestre Verdú) y el biógrafo del Azorín doméstico, Pepe Alfonso, habían leído, de prestado, el libro de Montoro. En los periódicos y en alguna revista literaria, se publicaron críticas y reseñas favorables al libro ¿Cómo es Azorín?. Montoro, como sucede a todos los seres humanos, acusa el paso del tiempo; ya ha cruzado la barrera de los sesenta y, su corazón, le juega una mala pasada: ha de vigilar su salud. Pero es, precisamente, a estas alturas de su vida, cuando le es dable saborear las mieles del éxito. Viaja a Holanda y realiza uno de sus grandes deseos: conocer Grecia. Escribe, en las páginas del diario ABC, sobre sus experiencias en el país de los tulipanes y de sus grandes pintores. En este mismo diario, rinde con su pluma un homenaje al gran clínico, excelente escritor y notable historiador, don Gregorio Marañón y, también, lo hace con Góngora en la celebración del IV centenario de su nacimiento. Pese a las limitaciones que le impone su corazón enfermo, Montoro lee y escribe hasta donde su salud se lo permite. Una vez publicado el libro ¿Cómo es Azorín?, la relación epistolar entre ambos amigos se hace más espaciada, pero no cesa. Murió mi padre en Barcelona, días antes de iniciarse la primavera de 1963; dos años más tarde, falleció Montoro en Madrid. Ha quedado, como testimonio vivo de aquella íntima relación personal, un extenso epistolario rico en contenido (2). En él queda plasmada la personalidad de ambos, su ideario, su mundo, sus inquietudes y, sobre todo, queda patente el respeto mutuo que siempre mantuvieron en su dilatada relación. Antonio Montoro es, a mi entender, después del maestro Azorín, el escritor monovero más prolífico y culto. Es de lamentar que en su Monóvar no le hayan dedicado la atención debida. La última de las cartas de Montoro, carta de pésame dirigida a mi madre, comenzaba así:

Estimada amiga: ya sabe usted como quería yo a Pepe…

NOTAS:

(1) Se refiere Montoro a su libro ¿Cómo es Azorín?.

(2) El epistoriario Antonio Montoro-José Capilla consta de 92 cartas.

Julio Capilla Bellot

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