Ha fallecido en Madrid José Mª Alarcón, escultor monovero
Cercanos ya los redobles de tambor y las notas emitidas por clarines y trompetas que anuncian la Semana Santa monovera, contemplaremos maravillados el desfile de pasos deduciendo por su perfección que las imágenes son obra de algún reconocido e ilustre imaginero. Sí, efectivamente así es, pero de ningún modo desconocido ni foráneo, puesto que se trata de un monovero, José Mª Alarcón Pina. Según consta en el registro civil, este artista nació el 11 de junio de 1911 en la monovera calle Colomer y se le puso el nombre de José Fabián, fue bautizado el 18 del mismo mes con los nombres de José María Fabián, indicando en dicha fe bautismal como fecha de nacimiento el día 10 del actual. Era hijo de Ángel y de Silvestra.
Sus primeros pasos los dio en la academia que dirigía el gran maestro de pintura Juan Mallebrera (Llau). Bajo su tutela artística expuso sus primeras obras, pictóricas: Apuntes diversos a pluma, (copia y del natural) y Dibujo del antiguo, y escultórica: Composición Alegórica de D. José Echegaray (relieve original) en la Exposición que se celebró en el Ayuntamiento de Monóvar en Septiembre de 1927.
Al final de la década de los años veinte, se trasladó a Madrid donde estudió becado en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, coincidiendo con el también pintor monovero Luís Vidal Maestre, así como con el pintor soriano afincado desde los años 60 en Monóvar Enrique Cosín. Todos ellos con la inquietud común de plasmar expresiones y paisajes.
Después de conseguir la cátedra impartió clases en las Universidades de Aranjuez y Gregorio Marañón.
Su primo el pintor local Enrique Vidal Pina, fue alumno suyo, circunstancia acontecida durante su larga estancia en Madrid.
Su obra es muy variada y extensa, solo conocemos parte de la misma, la razón hay que atribuirla a su carácter reservado y también en ocasiones a su deseo de pasar desapercibido, que le condujeron a no firmar muchos de sus trabajos escultóricos. Caso del Santo Sepulcro de Monóvar en que la falta de firma y fecha en la imagen, fue debida a las circunstancias de la época. Por el libro de caja de dicha cofradía en el que aparecen las entregas a cuenta al Sr. José María Alarcón por la realización de una imagen nueva para la cofradía desde julio de 1944 a marzo de 1945, se confirma la indiscutible paternidad de la obra.
Algunas de sus obras son: San Francisco de Asís (Capilla del Sanatorio del mismo nombre), La Milagrosa (Iglesia de San Antón mártir), Virgen (Colegio de las Maravillas), Cristo (Iglesia de Covadonga en la plaza Manuel Becerra de Madrid).
Para Monóvar talló tres de sus pasos procesionales: Santo Sepulcro (1945), año en que fue bendecido y salió por primera vez en desfile procesional El Cristo (1946) y La Dolorosa (1947). De intensa laboriosidad artística podemos destacar el profundo realismo. Las imágenes están talladas en madera y policromadas, lo que acentúa la veracidad con un estilo caracterizado por la rugosidad de sus paños que logran un efecto de claroscuro, pero manteniendo la serenidad clásica que a lo largo de los siglos XVI y XVII propagó la escuela andaluza huyendo del excesivo dolor para recaer en la belleza sosegada.
Las obras que se recogen en la Iglesia Arciprestal de San Juan Bautista de Monóvar presentan un estilo muy particular en las que la emoción y tratamiento del dolor o dramatismo, varia según la temática, caso de La Dolorosa, cuyas lágrimas se muestran latentes, pero sin desesperación, manteniéndose la calma en este tema, que tan querido ha sido a lo largo de la historia por la devoción popular.
El Cristo, (para cuya realización tuvo por modelo a un allegado familiar) y el Santo Sepulcro, no muestran las grandes derramaciones de sangre de las que gustó la escuela castellana (del XVI al XVII) con lo que resta dramatismo. El prototipo del Cristo es el Cristo yacente del Pardo de Gregorio Fernández, a partir del cual se han realizado cientos de imitaciones con diferente tratamiento, pero manteniendo la misma dinámica y posición.
En el caso del Santo Sepulcro de Monóvar, también presenta gran similitud con el de Gregorio Fernández en cuanto a la posición de la cabeza, manos y colocación de los trapos aunque con distinto tratamiento. El de Alarcón se caracteriza por prevalecer la serenidad y el de G. Fernández por el gesto doloroso llevado a su máxima expresión.
Al dolor y sentimiento cristiano, propio de la Semana Santa, habría que añadir en la presente la tristeza por la desaparición de José Mª que falleció en Madrid, donde residía, un gélido día del mes de febrero del año en curso a la edad de 88 años.
Con gran clarividencia y lucidez hasta sus últimos días, en los que todavía trabajaba dando forma a un Cristo tallado en madera, nos dejó el testimonio de su dedicación y arte para la posteridad, que le califica como uno de los artistas monoveros más importantes del siglo XX.
Por medio de estas líneas, deseamos expresar nuestra sentida condolencia a su viuda, hijas y demás familia.