OCIO ASESINO
Amador Navarro Tortosa
Resulta sencillo para las fuerzas de seguridad responsabilizar a una pandilla de gamberros, de delincuentes, de «bacalas» o incluso de nazis, de los últimos episodios violentos sufridos en el barrio y otras zonas de ocio de nuestra ciudad. Resulta asimismo comprensible de algún modo que por este motivo los políticos se enzarcen de nuevo en su despiadada dialéctica durante unos días para acabar dejando como siempre las cosas como están. Resulta lastimosamente previsible que la opinión pública dirima en su conjunto que es con una mayor presencia policial en dichas zonas como habrían de solucionarse estos «asuntos». Pero lo que resulta verdaderamente decepcionante es que no surjan apenas voces animando a atajar el problema de raíz. Porque sé que no soy el único que se escandaliza al observar la «industria» que se ha montado alrededor de la sana pretensión de la gente de disfrutar del merecido fin de semana; ni soy el único tampoco que se da cuenta de que a tan poderosos intereses les importa un pimiento las consecuencias personales y sociales que de su negocio se pudieran derivar.
Habrá por lo tanto que empezar a tener claro que es la voracidad del «todo vale» que sustenta las políticas más rabiosamente actuales, la raíz última del problema. Este engendro, que no se sacia nunca, ha acabado imponiéndonos la clase de ocio que le resulta más lucrativa, aunque para ello haya tenido que condenarnos inmisericorde al colocón insatisfactorio y al empobrecimiento personal ( es por eso que es verdaderamente asesino y no por tres o cuatro muertes puntuales.)
Y quiero continuar mi reflexión, si me lo permite, apuntando también que la capacidad de maniobra, el poder absoluto de esa bestia, que acecha cualquier posibilidad de enriquecimiento aunque lleve implícita la destrucción de la naturaleza, el aumento de las desigualdades sociales, el desmembramiento del sistema público (colchón de tantas crisis) o incluso la terrible guerra, está provocando que toda una generación de jóvenes idealistas empiece a desconfiar del sistema mismo, a pensar que no nos protege lo suficiente y esté en este momento planteándose el traspasar la peligrosa frontera y abogar por otros regímenes que defiendan mejor los programas solidarios y de enriquecimiento personal. Alguien debería convencer a estos luchadores de que sería un grave error perder el tiempo y el norte enredados en esta cuestión cuando tenemos por delante una tarea común ineludible cual es vertebrar la base social, premisa imprescindible para dar credibilidad a cualquier logro social, fuere en el sistema que fuere. Y recordarles que una de las prerrogativas de este sistema, que es además constitucionalmente uno de sus sustentos y asimismo panacea de al menos gran parte de sus defectos, es la participación ciudadana y su órgano de expresión el movimiento asociativo. Y que en la lucha de intereses que alimenta diariamente al sistema democrático, son éstas las armas de las clases más desfavorecidas y que al abandonarlas, además de renunciar a defender nuestros propios postulados, estamos cometiendo la irresponsabilidad de dejar al sistema mismo huérfano y a merced de las fauces depredadoras de los intereses más duros y despiadados, capaces de permitir como es el caso, que sus hijos deambulen drogados de bar en bar con tal de enriquecer aún más sus ya repletas faltriqueras.
Esta es nuestra labor. Pongámonos en marcha. Ahora que ya hemos desenmascarado que son el FMI, el G-8, la OMC y el BM quienes nos gobiernan y que nosotros solo elegimos a sus gestores, luchemos por recuperar las democracias arrebatadas porque son éstas nuestro mayor logro. Organicémonos.