Azorín i Pla parlen de Blasco
La primavera passada RTVE va emetre Entre naranjos, de Vicent Blasco Ibáñez, en tres episodis. No vaig seguir la versió televisiva d’aquesta obra, encara que sí que vaig veure farà uns vint anys, i també per televisió, Cañas y barro, que no em va desagradar, malgrat la prevenció que tinc per tota adaptació cinematogràfica o televisiva de les obres literàries. De sobte, a tall d’exemple, i que jo recorde ara mateix, només Carol Reed millorà el relat de Graham Greene, El tercer home, i Luchino Visconti igualà en mèrits cinematogràfics els literaris de la novel·la de Tomasi di Lampedusa, El guepard.Aprofite ara per dir que les obres de teatre, cinema o televisió, són el resultat de combinar moltes arts i tècniques, un esforç col·lectiu coordinat per un director. Una obra literària acostuma a ser fruit d’una sola persona. Relacionar una obra de realització individual amb una obra que, per molta empremta personal que hi pose el director, no deixa de ser col·lectiva, i establir-ne comparacions és, si més no, confondre l’essència de les coses comparades. I no obstant insistiré en la temàtica per dir que una novel·la de Blasco, Los cuatro jinetes del Apocalipsis, va ser duta per dues vegades a la pantalla. No he vista la versió cinematogràfica muda, protagonitzada per Rodolfo Valentino, però sí la versió parlada dels anys cinquanta, que quedava, i vostès perdonen la “comparació”, d’escassos mèrits literaris. Ara bé, Blasco Ibáñez va escriure moltes novel·les. El pas del temps i el rigor dels crítics s’han encarregat de fer-ne la tria. Una vegada separat el gra de la palla, avui en dia tant els lectors majoritaris com els crítics primmirats accepten com les millors novel·les de Blasco les que s’ambienten a la ciutat de València i el seu hinterland. Entre naranjos, publicada l’any 1900, pertany a les que hem mentat. I no obstant això…I no obstant, Josep Martínez Ruiz, a La voluntad (1902), valent-se d’un dels personatges que hi apareix, critica àcidament i in extenso una pàgina d’Entre naranjos, però sense dir el nom de l’obra ni el de l’autor. Cite llargament perquè el comentari s’ho val.
“Yuste se para y coge un libro del estante. Después añade: -Lo que da la medida de un artista es su sentimiento de la naturaleza, del paisaje… Un escritor será tanto más artista cuando mejor sepa interpretar la emoción del paisaje… Es una emoción completamente, casi completamente moderna. En Francia sólo data de Rousseau y Bernardino de Saint Pierre… En España, fuera de algún poeta primitivo, yo creo que sólo la ha sentido fray Luis de León en sus Nombres de Cristo… Pues bien: para mí el paisaje es el grado más alto del arte literario… ¡Y qué pocos llegan a él!… Mira este libro: lo he escogido porque a su autor se le ha elogiado como un soberbio descripcionista… Y ahora verás, prácticamente, en esta lección de técnica literaria, cuáles son los subterfugios y tranquillos de que te hablaba antes… Ante todo la comparación es el más grave de ellos. Comparar es evadir la dificultad…, es algo primitivo, infantil…, una superchería que no debe emplear ningún artista… He aquí la página: “ En el inmenso valle, los naranjales como un oleaje aterciopelado; las cercas y vallados, de vegetación menos oscura, cortando la tierra carmesí en geométricas formas; los grupos de palmeras agitando sus surtidores de plumas, como chorros de hojas que quisieran tocar al cielo cayendo después en láguido desmayo; villas azules y de color rosa, entre macizos de jardinería, blancas alquerías casi ocultas tras el verde bullir de un bosquecillo; las altas chimeneas de las máquinas de riego, amarillentas, como cirios con la punta chamuscada; Alcira, con sus casas apiñadas en la isla y desbondándose en la orilla opuesta, todo ello de un color mate de huevo acribillado de ventanillas, como roído por una viruela de negros agujeros. Más allá, Carcagente, la ciudad rival, envuelta en el cinturón de sus frondosos huertos; por la parte de la mar, las montañas angulosas esquilmadas, con artistas que de lejos semejan fantásticos castillos imaginados por Doré, y en el extremo opuesto los pueblos de la Ribera alta, flotando en los lagos esmeralda de sus huertos, las lejanas montañas de tono violeta, y el sol que comenzaba a descender como un erizo de oro (…)” El maestro saca su cajita de plata y prosigue: -En una página, una página breve, y nada menos que seis veces recurre en ella el autor a la superchería de la comparación…; es decir, seis veces que se trata de producir una sensación desconocida apelando a otra conocida…, que es lo mismo que si yo, no pudiendo contar una cosa, llamase al vecino para que la contase por mi… Y observa -y esto es lo más grave- que en esta página, a pesar del esfuerzo por expresar el color, no hay nada plástico, tangible… además de que un paisaje es movimiento y ruido, tanto como color, y en esta página el autor sólo se ha preocupado de la pintura… No hay nada plástico en esa página, ninguno de esos pequeños detalles sugestivos, suscitadores de todo un estado de conciencia…, ninguno de esos detalles que dan ellos solos, la sensación total…, y que sólo se hallan instintivamente, por instinto artístico, no con el trabajo, ni con la lectura de los maestros…, con nada.”
Josep Martínez Ruiz, quan encara no era Azorín, té més raó que un sant quan critica l’estil metafòric que acabem de llegir. Altres opinions literàries expressades al començament i acabament del fragment crític són del tot discutibles. Ara bé, cal dir que l’escriptor monover, malintencionament, va escollir una de les pàgines pitjor escrites per Blasco, que escrivia o dictava les novel·les a raig fet, apressadament, de la mateixa manera que escrivia articles periodístics enmig d’agres i acarnissades campanyes polítiques, sense tenir temps ni ganes de repassar-ne les galerades.Quaranta anys després del comentari crític que acabem de llegir, Azorín va editar el llibre Valencia (1941). Tinc el convenciment que feia bastants anys que Azorín tenia escrita una gran part d’aquest llibre. El capítol XXXV el dedica a rememorar la figura de Blasco Ibañez, que havia conegut personalment, quan era jove, a València. Convé dir que recentment acabada la guerra civil (1936-1939), enaltir Vicent Blasco Ibáñez va ser un signe de valentia política i literària per part d’Azorín, ja que Blasco fou un escriptor volgudament censurat, silenciat i oblidat durant la llarga postguerra.Al llibre Valencia, Azorín no solament fa les paus literàries amb Blasco Ibáñez sinó que també aprofita per a fer-les amb don Teodor Llorente, a qui atacà amb molta virulència i raó l’any 1894 en un llibre titolatel Buscapiés, escrit amb el pseudònim d’Ahrimán. Però no ens desviem i tornem a Blasco. Diu Azorín a Valencia:
“Blasco Ibáñez era un mozo fuerte, sanguíneo, la barba de ébano y los ojos relampagueantes. Tenía siempre la sonrisa en los labios y el che en el aire. No debió nunca Blasco rasurar la barba moruna. Con la barba, Blasco era más Blasco que con los modernos bigotes recortados y el cuello marinero. Trabajaba incansablemente. Con la tirilla desabrochada, la camisa abierta y los brazos arromangados; o bien en camiseta los días festivos como lo ha retratado un pintor, Fillol, fabricaba cantidad de prosa clara y enérgica. Nuestras estéticas se oponían. Como manifestase yo, años adelante, esta discrepancia (recorde’s La Voluntad), las relaciones cordiales que nos ligaban se enfriaron. Volvieron a ser cálidas y sinceras años después. Leí con interés sumo las primeras novelas de Blasco Ibáñez: Arroz y tartana, Entre naranjos, Cañas y barro, La barraca, novelas valencianistas, sin tesis parcializantes. Se abría con ellas un mundo nuevo para mí. Viviendo en Valencia, venido a Valencia desde un país montuoso y desnudo, el paisaje valenciano no se me había revelado aún. Y es mucha verdad. Blasco Ibáñez ha creado la Naturaleza valenciana. Encantado, embelesado -venciendo la frecuente acirología del novelista-, yo contemplaba los espectáculos desconocidos que se me presentaban (…) El paisaje en las novelas de Blasco Ibáñez estaba pintado a grandes rasgos, impetuosamente (…) Por primera vez, modernamente, un escritor español se naturalizaba en el ambiente universal (cal recordar la gran sort que tingué Blasco quan va ser traduïda per pura xamba la seua novel·la La barraca al francès) (…) Blasco salvaba las fronteras y llevaba nuetro aliento a todas partes. Y al llevarlo lo hacía universal, sin que dejara de ser español. Desde su casa del Cabañal, Blasco se extendía por todo el mundo. Sus conflictos pasionales eran los conflictos que todos, en los más diversos países, podían sentir.. El peligro que se corría era el de que, al ser universal (vol dir també, supose, popular), al hablar un lenguaje que fuera comprensible a todos, se viera precisado Blasco a abandonar lo íntimo y profundo -particular- en los espectáculos que presentaba en sus libros. Pero ¿cómo nosotros podíamos sentir esto ante las magníficas descripciones de un naranjal, de un panorama de la vega valenciana (tornem a recordar, amb certa perplexitat, La voluntad), del prolífico lago de la Albufera? (…) ¿Ganará o perderá con el tiempo la obra de Blasco Ibáñez? (…) Caerán las tesis transitorias. Caducarán los apasionamientos doctrinales. no interesarán acaso tanto los conflictos. Pero estos rasguños geniales con que se pinta un paisaje o se dibuja una figura permanecerán indelebles a lo largo del tiempo y a través de generaciones»
Deixant de costat les contradiccions que podem trobar entre el panegíric que acabem de llegir i allò que diu Josep Martínez Ruiz en La Voluntad, sobta la indiferència que sent Azorín davant de l’ambientació sociològica que ofereixen les novel·les del cicle valencià de Blasco Ibáñez, aspecte, el sociològic, posat de relleu expressament per Enric Sebastià al seu llibre València en les novel·les de Blasco Ibáñez (L’Estel, 1973). De la mateixa manera que Pérez Galdós ens descriu mitjançant un reguitzell de novel·les (Episodios nacionales) el segle XIX espanyol, Blasco ens retrata sociològicament parlant la València de la segona meitat del segle passat, així com l’entorn més apropiat a la dita ciutat, d’una forma magistral. Arroz y tartana és la més didàctica en aquest sentit. La lectura de les novel·les del cicle valencià de Blasco, és imprescindible per als valencians que tinguin interès social i econòmic, de la mateixa manera que Carles Marx recomanava la lectura de Balzac pel simple fet que era un escriptor que donava categoria de protagonista en les seues novel·les al diner. No tot és estilística en la literatura. Algú ha dit que Dostoievski és un mal escriptor però un gran novel·lista, de la mateixa manera que Baroja és un gran escriptor malgra fer-se uns embolics majúsculs amb la sintaxi. No tota comparació és odiosa. Per això vull que el lector compare la descripció de Blasco Ibáñez feta per Azorín amb la impressió que li va fer a Josep Pla quan el visità a Menton-Garavan l’any 1921, quan el novel·lista encara que exiliat, vivia en una abundància de mitjans econòmics que li permetien disposar -a ell, que havia estat un menjacapellans ultrancer!- d’un secretari exseminarista encarregat de la correspondència i també d’arreglar-li la sintaxi i l’estil de les novel·les que li dictava com qui canta mentre pinta parets. La llarga semblança de Balsco Ibáñez la podem trobar al volum 21 de les obres completes de Pla. Diuen que és una de les millors semblances que s’ha escrit del novel·lista valencià. A destacar que Pla s’equivoca quan considera que la llengua materna de la mare de Blasco era el valencià. Els pares de Blasco eren aragonesos i la llengua materna de Blasco va ser la castellana. Ara bé, el parlar del carrer, l’ambiental de la València del segle passat, era majoritàriament el valencià, per això considere molt més important la influència que sobre l’individu exerceix la llengua ambiental que la llengua materna. D’altra banda, i com a simple curiositat, direm ara que els primers escrits de Blasco, per influència del seu mestre Constantí Llombart, foren en valencià, o en llemosí, com deien abans. És curiós que Pla, al seu escrit, faça referència al parlar matern o popular de Blasco, denominant-lo alternativament tan aviat català com valencià. De fet, Pla, quan diu valencià, s’està referint a les particularitats que presenta el parlar de Blasco respecte el català general.Pla ens situa Blasco en un entourage emprenyador. Voltat de fama, diners i luxe, només acostumava a relacionar-se amb unes persones importants per les que no sentia ni fred ni calor, i per tant vivia en solitud afectiva. Per això acaba dient Josep Pla:
“…els seus únics moments de relaxació autèntica es produïen quan trucava a la seva porta de Menton-Garavan algun republicà de les terres de València que havia conegut Blasco en els temps heroics o algun venedor de taronges o de qualsevol fruita que se li acostava fascinat per la glòria del seu conterrani. Llavors Blasco ho deixava tot, suspenia tota la seva vida diríem pública, s’apoderava del visitant com una presa magnífica. S’armaven llavors unes converses interminables, en el curs de les quals tots els matisos del valencià, tot el seu lèxic més saborós, totes les paraules explícites i les paraules no tan explícites i els sobreentesos i els sotaentesos i els silencis de la llengua es manifestaven amb tota la vigència que el vigor de Blasco comportava. No solament aquells homes es comprenien; a més a més s’estimaven. De vegades s’armava entre ells una polseguera verbal que semblava el preludi d’unes bufetades fatídiques, però no passava res, perquè, així com en el món de Montecarlo com més barretades s’intercanviaven més profund era el mutu menyspreu, com més discussió es produïa en aquelles visites més d’acord estaven els vociferadors. Així i tot s’acabava amb unes rialles lluminoses i estentòries i uns moviments d’efusió cordialíssims. Aquests foren en el moment mateix de la glòria i de la riquesa de Blasco -una fortuna a la qual mai no havia arribat fins a la data un escriptor peninsular- els únics moments de joia autèntica que vaig poder contemplar en aquella etapa de la seva vida.”
Antoni Ròdenas Marhuenda, setembre 1998