Santiago de Chile, el 10 de Abril de 1942.
Avenida de España 795.
Sr. Don
MONÓVAR
Mi distinguido amigo:
Acabo de recibir su atta. carta de fecha 29-XII-1941 y he tomado con mucha pena nota, que Ud. pasa por dificultades.
Su actuación como Gobernador Civil de Madrid, durante los meses de enero a junio de 1937,en favor de los refugiados en Embajadas y Legaciones es sobradamente conocida no solo por el Cuerpo Diplomático Extranjero, cuyo Secretario General he sido, pero también por los miles de españoles que en aquella época disfrutaban de protección bajo banderas extranjeras en Madrid.
Conociendo los sentimientos de hidalguía, tradicional es en los españoles, no me cabe duda que han acudido espontáneamente muchisimos de los antiguos refugiados para testimoniar la conducta humanitaria y valerosa de Vd. para con ellos. Nosotros, los diplomáticos extranjeros, en aquellos graves tiempos, no hemos ocultado a nuestros refugiados ni los peligros que todos corríamos ni las dificultades que teníamos que enfrentar ni los nombres y actuación de los españoles que desempeñando cargos de responsabilidad, como el que ocupó Ud. en Madrid como Gobernador Civil, nos ayudaban a nosotros a salvar las dificultades sin numero que teníamos que vencer, a evitar los peligros que a cada momento surgían en una zona de luchas y llevar a buen término como afortunadamente lo hemos podido hacer la tarea humanitaria que el Cuerpo Diplomático ha emprendido durante la guerra civil de España.
Entre las personas que nos han ayudado en esta magna obra, Ud. se destacó por su espíritu humanitario, ecuánime y valiente y por una cortesía y buena voluntad que todos hemos podido apreciar y de la que han beneficiado muchisimos miles de españoles perseguidos y atemorizados.
No puedo, por ejemplo, olvidar aquella noche de marzo de 1937 cuando, muy tarde ya en la noche le desperté por mediación del Secretario del Gobierno Civil y Ud. me recibió enseguida y tomó las medidas enérgicas y eficientes que evitaron los asaltos a las Embajadas y Legaciones que temíamos por parte de gente incontrolada según las noticias que llegaron a nuestros oídos, asaltos que hubieran podido efectuarse aquella noche si no hubiera intervenido Ud. tan eficazmente poniendo en movimiento toda la fuerzas publicas que tenia Ud. a disposiciones; Tampoco puedo olvidar las miles de tarjetas de abastecimiento(me parece que eran unas 9000) que Ud. entregó al Secretariado del Cuerpo Diplomático, sin llenarlas con nombres y apellidos, gracias a las cuales hemos podido dar a comer a nuestros refugiados y a sus familiares que se encontraban en Madrid en sus casas, pero que carecían de víveres; ni puedo yo olvidar su gesto valiente de amenazar al gobierno de entonces con su dimisión del Cargo de Gobernador Civil, si no se continuaba a suministrar a los refugiados en Embajadas y Legaciones el pan; cuantos miles de refugiados y cuantos miles de personas en Madrid han comido de ese pan, que de otra manera no se lo podían proporcionar.
Por todo ello, y por muchas otras cosas buenas que Ud. hizo en favor de los refugiados y perseguidos, yo confío que todo el bien que Ud. hizo le será reconocido así como Ud. se lo merece y como yo se lo deseo.
Esperando recibir pronto buenas noticias de Ud., le ruego reciba con mis mejores votos para su felicidad y la de sus familiares, los saludos cordiales de quien le recuerda con afecto y consideración,
Henry Helfant.