D. José Pérez y Payá. Ganyivetet y su tiempo.
Joaquin Pérez Rico.
Azorín en el capítulo XL de Superrealismo, que titula «Historia antigua» escribe:
«…Don Juan Prim amigo personal de los liberales de Monóvar; … Salamanca, Don José de Salamanca alcalde de Monóvar de Octubre de 1833 a mayo de 1835;… hoy, las reminiscencias de Salamanca han desaparecido del pueblo;… La viuda dels gañivetets es decir de los gañivetitos, o sea de los cuchillitos, señora opulenta y solitaria en su caserón, un tren especial en que la viuda hace venir de Madrid un médico, lo que supone en 1870 un tren especial;… El Seráfico, poeta humilde de pueblo, si estudios, franciscano«.
Recuerdo a menudo mis visitas a Azorín, mis paseos junto a él, camino de Sol por la calle de Alcalá, camino de su casa en Zorrilla por la carrera de San Gerónimo. Hablaba poco. Escuchaba, algunas veces preguntaba. Él y yo naturalmente imaginábamos entonces, lo curioso e interesante que hoy hubiera sido nuestra conversación. Posiblemente hubiera tenido que apostillar ese delicioso capítulo XL que parte hemos transcrito.
No sé cómo nació la amistad personal de D. Juan Prim con los liberales monoveros sé que formaban a finales del siglo dieciocho, y durante todo el diecinuve y primer tercio del veinte un grupo de interesantísimas personalidades, que hasta cierto punto lideraba D. José Pérez Paya, a quien no sé por qué razón apodaban Ganyivetet. Él era pequeño de cuerpo, delgado, incisivo, tenaz, quizás cortante en sus relaciones y trato. A él escriben los Duques de Híjar llamándole querido Pepe, el Marqués de Salamanca que le llama cariñosamente querido Pepito y cuantos en aquellos días manejaban los hilos de la política nacional y local. Su hermano Miguel María fue senador del Reino por el partido liberal y su otro hermano Ciro Pérez Paya, «Don Ciro el vell» muerto el general Prim, y elegido para ocupar el trono D. Amadeo de Saboya, acudió a rendirle como delegado regio, y fue por este soberano distinguido con el título de Caballero Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica. Por cierto que éste no está firmado con la tradicional rúbrica de «Yo el Rey», sino con su nombre Amadeo y refrendado por los ministros Felipe Méndez de Vigo y Juan Zavala. Entre otros completaba el influyente grupo de liberales D. Pablo Pérez y Verdú, y sus hijos, D. Luis y D. Joaquin Verdú Pérez este primer alcalde constitucional de Monóvar, que es igual a primer alcalde elegido por el pueblo, los Amorós y Poveda, Albert y Ruiz, Albert y Verdú y otros muchos entre quienes cabe destacar a D. Silvino Rico y Sebastián Vicent que aparecen en un curioso panfleto que distribuyeron los Carlistas por Monóvar y que dice: «Aviso al público: Negros cubiertos con pieles de cordero: D. Pablo Paya, vicario, D. Sebastián Vicent, estos cubiertos con pieles de cordero = Pablo Paya y familia, D. José Pérez Navarro, D. Silvino Rico y otros muchísimos han de tener Rey, Religión o muerte segura. Ygual las juntas. Viva el Rey»
Entre todos ellos destacaba José Pérez Paya, nacido en Monóvar el 17 de octubre de 1805, era hijo del arriba amenazado D. José Pérez Navarro, nieto de D. José Pérez y Brotons, y biznieto de Miguel Pérez, todos ellos abogados de los Reales Consejos. En un delicioso documento que se titula «Relación de los ejercicios literarios, méritos y servicios del licenciado D. José Pérez y Paya, abogado de la Real Audiencia de Valencia se enumeran minuciosamente sus estudios mayores desde 1822 a 1832; a saber: un año de elementos matemáticos, otro de filosofía moral, dos de derecho Romano, una de derecho Español, otro de instituciones canónicas, otro de Digesto Romano-Hispano, partidas, religión y oratoria, dos de novísimas recopilación y prácticas, y uno de práctica forense. En 1828 se graduó de bachiller en leyes, en 1832 se licenció y recibió de abogado.
Claro está que entre sus méritos y servicios no se enumera en el citado opúsculo, su habilidad para la política, su facilidad para los negocios, ni su acierto al escoger para casarse con una de las mujeres más distinguidas y ricas de Monóvar ; Remedios Pérez y Verdú , en ella las repetidas coincidencias de tantos matrimonios entre primos hermanos empezaron a dar los amargos frutos que más adelante en los hijos de sus hermanos Alberto y Tomas llegarían a ser penosos. Tuvo Salvador Pérez Mira de su mujer Mª Magdalena Verdú, cuatro hijos: el mayor, Tomas Pérez Verdú, no fue ninguna lumbrera, pero al casarse con Clara Verdú Rico, la cosa llego a sus límites y los tres hijos que tuvieron se malograron. D. Tomas era tan rico como tacaño, algo simple pero buena persona. Monóvar le llamaba Tomasico. Cuentan que el Seráfico acuciado un día por la necesidad, acudió a pedirle algo para comer. Diole dos huevos y por ellos le cobró los cuartos, que entonces eran dinero. Nuestro juglar se vengó con estos versos:
Aunque soy un pobrecico
y trabajo en el esparto,
me he comido por dos cuartos
los huevos de Tomasico
El hijo segundo de D. Salvador fue Alberto Pérez y Verdú, ingeniero industrial, inteligente y culto, pero que tuvo también la debilidad de casarse con su doble prima hermana Juana Verdú y Pérez, y engendrar dos hijas Juana y Monfrida, la primera algo simple, la segunda completamente tonta aunque con una tontuna plácida y filosófica. En Monóvar les llamaban «Las Alberticas» sin duda por ser hijas de Alberto, y las dos se casaron bien, a pesar de sus limitaciones intelectuales. Posiblemente algo influyó en sus matrimonios el brillo de sus onzas y doblones. Juana era tan tacaña como espléndido era su padre. Gustaba merendar «pa i floretes» , en un plato con fondo estampado de flores echaba un poco de aceite y sal y mojaba pan tierno. Monfrida ante el espejo de su alcoba, mientras la peinaban, pasaba las horas muertas preguntándose quien era: «Sóc la mare de Déu?» «Sóc nostre pare celestial?» «Qui sóc?»
El tercer hijo de D. Salvador fue D. Manuel Pérez y Verdú, astrónomo insigne y director del Observatorio Astronómico de Madrid, entre el Retiro y la calle de Alcalá. Atildado en el vestir, escogido en el comer, gran lector, del que no se conserva escrito alguno, inteligente, raro, extravagante. Su figura se mueve, más que en el mundo de la historia, en el marco de la leyenda. Murió joven y soltero. Su hermana Remedios Pérez y Verdú, fue la menor de los cuatro, tenía algo de todos ellos, la inteligencia de Alberto, la rara exquisitez de Manuel, la bondad de Tomás, algunos ramalazos de loca simpleza. Casó con D. José Pérez y Paya «Ganyivetet» hombre de leyes, fiscal, político, y por los muchos documentos que he podido hallar, centro y cabeza del partido liberal. Los antecedentes de este grupo de juristas, ricos hacendados, intelectuales y políticos liberales monoveros que tan gran influencia tuvo en la historia local, provincial e incluso nacional de todo el siglo diecinueve y primer tercio del veinte, hay que buscarlas en la tradición de determinadas familias, en el espíritu democrático y progresista de aquellos pueblos del Reino de Aragón, que a pesar de estar administrados por un duque de Hijar, o cualquier otro señor vivieron en sus instituciones un continuo proceso de liberalización, de perfeccionamiento en el uso de sus poco a poco conquistadas libertades.
La lucha entre el liberalismo y el absolutismo se vivió en Monóvar con una intensidad increible. Perseguidos, encarcelados, algunos fusilados, durante los duros periodos del absolutismo fernandino, con la proclamación de Isabel II, aun viendo triunfar sus ideales, y consolidados sus derechos tuvieron que proseguir su tenaz conquista de la libertad contra carlistas y conservadores.
La curiosa, polifacética, rica en valores humanos, personalidad de D. José Pérez Paya fue lo que durante muchos años nutrió de savia, vida y fuerza al liberalismo monovero. A su muerte prematura, no dejó de liderar aquella política la viuda, «la viuda dels ganyivetets» como la llama Azorín «esa opulenta señora, en su solariego caserón», para cuyo servicio fletan en Madrid un tren especial, siguió la obra de su marido. Sus hermanos Miguel Mª y Ciro, siguieron su andadura y el hijo de su hermano. Ciro Pérez Ferrer, licenciado en derecho y doctor en Filosofía y Letras llevó la directiva del partido hasta su muerte, en 1920. Su viuda «la viuda del Ganyivetet», eso sí, después de heredar a sus hermanos Manuel y Tomás y a su marido reunió una de las mayores fortunas de Monóvar, que no dejó ni a sus sobrinas carnales «las Alberticas», ni al sobrino carnal de su marido Ciro Pérez Payá. Los bienes de tan singular herencia los dejó Dª. Remedios Pérez Verdú, a sus servidores Agustín Hurtado y su esposa Eustaquia. Que sepamos les dejó seis fincas rústicas, cuatro de ellas enormes, varias casas solariegas y según dice la leyenda cienmil duros en oro y plata.
Mientras tanto ésto ocurría el Seráfico, ese poeta de espíritu franciscano según Azorín escribía:
En este invierno tan crudo
en que el sol calor no presta,
el Seráfico se acuesta
en un mísero felpudo.
Días ha que no me mudo
en honor de la verdad,
y si Dios en su bondad,
pronto en mi ayuda no viene
a mi, jodido me tiene.
¡Hágase su voluntad!
Joaquin Pérez Rico