La ilusión cumplida. José Payá Bernabé.

La ilusión cumplida.

José Payá Bernabé.

A Conchita y Pilar que tanto hicieron por él.

Sabía que Montoro estaba delicado, muy delicado. Hace doce días lo llamé por teléfono y no pudo ponerse. Era la primera vez, en más de veinte años, que esto ocurría y, obviamente, significaba algo grave.

La pasada semana le dediqué – confiando que llegara a leerlo -, un artículo sobre el nexo entre Azorín y Bernabeu. Iba a aparecer en un libro dedicado al insigne doctor Pérez Bernabeu, Presidente del Partido Federalista de Monóvar; fundador de El Termómetro, el primer semanario con que ha contado nuestra ciudad; Inspector de Sanidad; autor de artículos políticos e irónicas críticas a la autoridad monovera, así como de un libro denominado Algunos apuntes médicos de la ciudad de Monóvar (1914). La dedicatoria rezaba así: «A Paco Montoro Pina, monovero de pro». Era mi homenaje a una persona que ha dedicado la mayor parte de su tiempo de ocio y de descanso a elaborar semblanzas, artículos, reseñas y libros que recogieran sus conocimientos acerca de cómo somos y qué hacemos sus coterráneos.

Montoro ha dejado un pequeño legado sobre Monóvar que todos sus paisanos hemos de agradecer. Nos ha enseñado a conocer de cerca lo que representó la figura de la poetisa Remedios Picó; a apreciar nuestras raíces y valorar nuestra cultura, con una labor tenaz y persistente tanto en la Sociedad Cultural Casino de Monóvar – al que impulsó enormemente -, como en la Asociación de Estudios Monoveros, de cuya redacción (y algo más) formaba parte, convirtiéndose en el eje de la última etapa de la revista Monóvar. Ha elaborado ensayos sobre Azorín, Pepe Alfonso, El Seráfico, Joaquín Amo, La Randa y sobre la mayor parte de nuestros personajes más entrañables. Su colaboración en el Programa de Fiestas de septiembre ha sido regular y ejemplar.

Quienes le conocíamos sabíamos que tanto esfuerzo le ha sido, en parte, recompensado porque los monoveros han comprendido su tenaz labor y le han acompañado en la Tertulia «Amigos de Azorín» de la que fue mantenedor, hasta la presentación – multitudinaria – de sus obras sobre Monóvar, fiestas y recuerdos, la poetisa Remedios Picó o personajes de la historia local.

La colaboración de Montoro en el Casino, El Veïnat, la Asociación de Estudios Monoveros, la Casa-Museo Azorín y el Programa de Fiestas, va a resentirse de su falta porque para todos ha sido un estímulo y un ejemplo de trabajo en pro de Monóvar y, muy especialmente, de la Cultura monovera con mayúsculas.

 Montoro, con su carácter, su manera de decir las cosas, no ha sido grato para todos cuantos le trataron, pero nadie le puede quitar su labor investigadora, sus ganas de cumplir con sus puntuales trabajos, intentando, en cada uno de ellos, aportar datos que, de no haber sido hilvanados por él, se hubieran perdido en la tradición oral. Por su edad fue testigo de decenas de testimonios y vivencias con personajes célebres de Monóvar. Dada la importancia histórica y literaria de su tío, el poeta modernista Antonio Montoro, gozó de la compañía de una pléyade de literatos que han pasado a la pequeña historia de Monóvar – como diría Azorín en Superrealismo, otro de los libros rescatados por Montoro con motivo del Año Azorín -, como uno de los grupos más significativos: José Capilla, Vicente Peñataro, Antonio Montoro, Pepe Alfonso, José Verdú, Remedios Picó, Juan Sansano, Cañis…. Todos ellos han sido citados, decenas de veces, por Paco en sus libros y artículos y a muchos de ellos, de común acuerdo, les dedicamos páginas especiales en la revista Monóvar de la Asociación de Estudios Monoveros.

Decía Paco que con alguno de sus artículos a determinados monoveros y monoveras se les «iba a caer la baba». Y así fue: su libro sobre las fiestas representó todo un best-seller para nuestra población. La edición desapareció en un abrir y cerrar de ojos. ¡Increíble¡. Algo similar pasó con el segundo de sus libros de temática popular. Acertó en su planteamiento y vio cumplida su ilusión de llegar a tocar «la fibra monovera». Y yo me alegro de su triunfo personal, de que supiera sacrificar su tiempo en el estudio y promoción de «lo monovero». Conforme pase el tiempo su legado cobrará más valor como testimonio de una época por él investigada y de unas vivencias bien narradas en sus escritos. Desaparece un hombre profundamente humano, pero queda su legado, aquello que lo hizo feliz, a pesar de la ardua labor de buscar y buscar nuevos datos que rellenen lagunas de nuestra historia local. Monóvar le debe mucho a Montoro y, por ello, nos atrevemos a pedir para él una calle – aunque sea chiquita -, que recuerde su memoria.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.