LA PLAZA DE LA SALA. Vicente Maqueda Vidal
Hace ya algún tiempo en un concurso que la televisión suele hacer llamado «El tiempo es Oro», se expuso a los participante cual era la plaza más grande y bonita que existe en España. Los concursantes. después de pensarlo bien, nombraron algunas de las que más renombre tienen, sin acertar el punto exacto, porque según el presentador, la más importante reconocida por su gran extensión y maravillosos jardines es sin duda alguna, creo que dijo, la de Gijón.
Entonces fue cuando me vino a la memoria nuestra Plaza de la Sala. Cierto es, que no la podemos comparar con esos grandes monumentos que expusieron aquellos participantes, pero la Plaza de La Sala, aunque es pequeña y no tiene fama ni renombre, contiene, para el pueblo de Monóvar, grandes méritos, a mi, la verdad me encanta, lo digo sinceramente, será porque he vivido mi niñez y juventud en ella, guardando grandes recuerdos sucedidos que siempre han perdurado en mi mente.
Por esa razón he pensado dedicarle esta pequeña narración, recordando algunos pasajes vividos y oídos que nuestra plaza guarda tan celosamente para sí.
Pues bien, después de este pequeño prólogo, empezaré diciendo que la Plaza de La Sala está situada en el centro de la Ciudad, y tiene unas cualidades que muchas quisieran tener, porque forzosamente para desplazarse a cualquier punto de Monóvar, no queda más remedio al viandante que cruzar por su centro, de lo contrario tendría que dar un gran rodeo para llegar al punto de destino.
La Plaza de La Sala es el patrimonio de los monoveros para la gloria de su expansión. También sabemos que ha cambiado algunas veces de nombre por el destino de nuestra historia, pero su nombre auténtico nunca se ha borrado de la mente monovera y más aún de los que rebasamos las seis o siete décadas, que almacenamos muchos acontecimientos que sucedieron en nuestra época. Y como este relato es dedicado exclusivamente a nuestra Plaza de La Sala repasaremos por encima algunos pasajes que han quedado eternizados en nuestra generación.
Según contaron nuestro mayores, cuando en aquellos tiempos empezaba
ha hacerse aquel cine mudo (que para ellos fue la gran revelación). El teatro estaba emplazado en la misma Plaza de La Sala donde se situaba la pantalla y cuando el pregonero de la Casa Consistorial anunciaba el acontecimiento, los vecinos se preparaban para asistir a la gran sesión sin olvidarse de la silla correspondiente para su buena comodidad.
Aquello debió ser maravilloso, extraordinario, ver salir por todas las calles todos al mismo tiempo con sus respectivos asientos para llegar los primeros y emplazarse en el mejor lugar. Por un lado imagino todo aquel tinglado un poco fantástico y por otro siento pena al pensar la sorpresa que llevarían nuestros antepasados al encontrarse con estos adelantos de hoy.
Este acontecimiento que sigue también es digno de relatar, resulta que cuando se hacían los sorteos de los mozos para el servicio militar, se reunían todos en la Plaza de La Sala, cantando con sus guitarras sin parar festejando la popular fiesta de despedida de los quintos, hasta que se anunciaba la acción de sortear, entonces era cuando llegaba la hora de la verdad, convirtiéndose aquel bullicio en un silencio total, porque desde el balcón de la Casa Consistorial se anunciaba el destino de cada uno de los mozos, pero había una esperanza, porque los afortunados que extraían el número en blanco quedaban libres de toda clase de servicios y para estos la alegría era mayor porque permanecían exentos de vestir el traje de soldado y el estar tanto tiempo lejos de sus casas y para esos afortunados la suerte era total.
El día que más gente he visto en la Plaza de La Sala, fue cuando rondaba los diez o once años, (que ya ha llovido bastante desde entonces ahora). Pues bien, aquel día veníamos otros muchachos y yo de la sierra «La Zafra» de traer leña, ya que en aquellos tiempos las escuelas se convirtieron en hospitales militares y no tuvimos más remedio que dedicarnos a ese oficio, que todos los días de la semana hacíamos el mismo trabajo, unas veces vendíamos la leña y otras se quedaba en casa para que en el invierno nos subiera un poco la temperatura, porque la comida era malísima y además racionada, pues bien, fue uno de aquellos tantos días, cuando al divisar el pueblo nos causó una gran sorpresa al observar que por todos los balcones y ventanas estaban llenas de banderitas blancas con un ruido ensordecedor por todo el pueblo, descargamos nuestra leña en casa y salimos pitando hacia la Plaza de La Sala, quedándonos asombrados porque aquello era una cosa nunca vista, allí no cabía ni una aguja, era una cosa tremenda, grandes y chicos estaban contentos de alegría, abrazados y llorando de emoción, porque aquella guerra que se hizo entre los mismos españoles y costó tantas vidas, aquella guerra que nos hizo pasar tantas calamidades, aquella guerra… había terminado.
Después la Plaza de La Sala iba volviendo a la normalidad, y la gente monovera los días de fiestas, se reunían por las mañanas a conversar y tomar el sol y el tiempo pasaba lentamente, y todos aquellos críos que tuvimos la mala suerte de pasar aquellos tiempos, iniciábamos nuestras primeras ilusiones reuniéndonos todas las noches en nuestra Plaza, paseando calle Mayor arriba, calle Mayor abajo, y entre aquellas subidas y bajadas, te cruzabas con la chica que te gustaba (todo se veía de diferente color), las chicas siempre iban en grupos de cuatro o cinco, cogiendo toda la anchura de la calle y si al dar dos o tres vueltas se colocaba tu preferida en un lateral, era la señal, que insinuaba te pusieras a su lado, después cansa dos de tanta repetición nos despedíamos concretando en vernos la noche siguiente en el mismo sitio, en el mismo lugar: La Plaza de La Sala. Y así pasó nuestra juventud, quedándonos estos recuerdos tan maravillosos para siempre.
Más tarde llegaron nuestra primeras fiestas de septiembre, aquellas fiestas que tanto nos entusiasmaron, cuando aparecieron todas las calles llenas de banderitas de mil colores y el alumbrado que le daba tanta majestuosidad, completando en el centro de la Plaza el gran escenario que nosotros le llamamos «el taulat», donde se hacían los buenos conciertos con bandas de música de renombre nacional, como era la de Llíria y la Banda Militar de Alicante que tanto nos impresionaba y otras muchas más que nos deleitaban con sus buenos recitales.
Lo que sí ha cambiado desde entonces ahora, eran aquellas grandes orquestas que nos fascinaban con aquellos pasodobles y boleros que bailábamos toda la noche hasta el amanecer en la Plaza de La Sala. Y todos aquellos festivales y animaciones, todas eran gratuitas, por eso digo, que ha cambiado desde entonces ahora, en ese aspecto, porque hoy todo cuesta mucho dinero y nosotros en aquellos tiempos por fiestas no nos gastábamos ni una peseta, todo era sufragado por la Comisión de Fiestas, el único gasto que nos podíamos permitir, eran aquellos refrescos que tomábamos en los bares que habían en la Plaza, que uno era del «ONQUE PINETA» y el otro de «VISENT PIXQUETES» que por poco dinero invitabas a tu pareja y quedabas en buen lugar.
Un recuerdo digno de anotar en este relato, fue aquel acontecimiento que la Plaza de La Sala recibió por fiestas de septiembre, hará aproximadamente dieciocho años, cuando se organizó aquel gran certamen musical, que concentró más de veinte bandas de música. Aquella noche también fue de las que pasan a la historia, aquello era tremendo, una locura, con tanto movimiento de gente la Plaza estaba a rebosar, habían músicos de toda la provincia de Alicante y Valencia, un espectáculo jamás visto en Monóvar,(creo que no exagero). Y todo aquel fascinante espectáculo lo organizó el gran músico melómano Sr.Casildo bien conocido por todos los monoveros y en toda la gama musical, ¡claro está! ayudado en toda aquella armonía, por la Comisión de Fiestas de aquel año.
Por todo esos pasajes que se desarrollaron al aire libre en este recinto tan bien tallado que no se quien tan acertadamente le puso el nombre de Plaza La Sala, la adornaré un poquito más con este humilde piropo que le encajará bien.
La Plaza de La Sala, es digna de visitar
por la parte que la mires, por fuerza te gustará.
La Plaza de La Sala, es cuadrada es redonda
de noche morena y castaña, de día reluce como la plata.
La Plaza de La Sala, tiene historia reservada
de amores y amoríos, de ilusiones y esperanzas.
¡Plaza de La Sala! Mi patria chica adorada
pasión de los monoveros, orgullo de nuestra raza.
Vicente Maqueda Vidal
Septiembre 1990