Queridísimas mamá, tía María, Elisa y Elisín: Quiero que las últimas líneas que escriba en mi vida sean para vosotras que tantos desvelos y tantos dolores habéis pasado y sufrido por mí. Vosotras sabéis que mi vida ha sido siempre honrada, que mi conciencia está limpia y tranquila, que siempre que pude hice el bien. Muero con la conciencia tranquila, pensando en vosotras y sintiendo sobre todo este dolor irreparable que os causo ahora, sobre todo a vosotras dos, queridísimas mamá y tía, tan viejecitas ya. Yo quiero, esto os lo pido en esta hora suprema de mi vida que se extingue, que os sobrepongáis al dolor tan grande de esta hora y que viváis para poder abrazar un día a mi hermano, a mi mujer, a sus hijos y sentir el consuelo, con ellos, de mi recuerdo.
Mis saludos a África y a mi prima María y mi gratitud para ellas por sus desvelos durante estas horas de infortunio. Mis saludos para D. Tomás y mi gratitud por sus desvelos y su consuelo.
Quiero que vosotras, mi hermano, África, mi mujer y sus hijos sigáis muy unidos, ya que lo estáis por mi recuerdo y por mi dolor. Yo quiero que cuando pase el luto de mi muerte que seáis muy felices y que todos atendáis y consideréis a mi Elisin como mi ángel tutelar y como si fuera mi hijita.
Tened fortaleza y resignación en esta hora irreparable de adversidad. Yo también tengo fortaleza y resignación. Que mi recuerdo piadoso os acompañe.
Yo moriré y mi pensamiento os acompaña hasta el último momento, junto al recuerdo supremo de mi pobre padre cuyo recuerdo me acompaña también y me da ánimo, fortaleza y resignación ante la adversidad.
Un abrazo, lleno de fervor y de lo más puro del corazón y hasta la eternidad de vuestro hijo, sobrino, tío y hermano que tanto os quiso.
Alicante a las 6 menos cuarto de la madugrada última de mi vida del 18 de diciembre de 1942
PD. Contiene un retrato de mi pobre mamá que deposito a las seis horas de la mañana dentro de la carta sin abrir.