SEMANA SANTA Y OLÉ
Amador Navarro Tortosa
Curiosamente a la Iglesia le ha dado tradicionalmente por convertir sus manifestaciones religiosas, que de chinorri me inculcaron que debería celebrar en lo posible desde la intimidad, la austeridad y la espiritualidad, en enfervorizados festejos al amparo de los cuales se agazapan codiciosos irreprensibles intereses comerciales.
Así la Navidad, con el pesebre por bandera, se ha erigido impunemente en adalid del más duro consumismo mientras que, a la sombra de la Cruz, la Semana Santa gallardea de ser el auténtico y genuino carnaval capirotesco arropado y aprovechado por la organizada maquinaria de la industria turística.
Esta insólita estrategia evangelizadora comulga, si os fijais, divinamente con los influyentes intereses de nuestros empresarios y promotores para regocijo del insigne Ayuntamiento, desagraviado al fin de unos pretenciosos carnavaleros que aún este año le vinieron con el cuento de que los rituales y las ceremonias pertenecen al ámbito de lo «sagrado» al ser por una parte herencia que recibimos de nuestros antepasados y expresión viva, por otra, de nuestra propia idiosincrasia y que como tal debieran ser preservadas de especulaciones y dividendos.
¿No dicen que una vez ya tuvo que venir alguien a echar a los mercaderes del templo?
Es que no escarmientan.