SOLDADITO ALICANTINO
Amador Navarro Tortosa
Cada vez está más cerca el día en que pasará a formar parte de nuestras vidas el monumento al ya desaparecido soldado de reemplazo que Federico Trillo (no era nadie cuando vino, como dirían en Lo + Plus) ha tenido la ocurrencia de emplazar en nuestro más emblemático lugar, aquel en donde confluyen la playa y la Explanada.
Aún me pregunto por qué se ha tenido que elegir a nuestra apacible, ociosa y menfotera ciudad para exhibir unos símbolos e incluso unos valores que en ningún momento han arraigado entre nosotros. Aquí no hay prosapia guerrera ni nacieron adalides. Aquí aguantó la República porque casual o estratégicamente aquí fue acorralada y el único cuartel que hemos tenido salió de naja a la primera adversidad durante la contienda perdiendo, ignominioso, la bandera.
Todavía recuerdo los dolores de cabeza que me produjeron los dobles expedientes cuando, soldadito de reemplazo con destino en el archivo allá por el 75, me ordenaban aclarar si un militronche había «servido» en el San Fernando 11 o en el burdamente inventado para encubrir el despropósito, San Fernando 111.
Sería absurdo pensar que sigamos purgando a José Antonio por lo que conviene rastrear el fundamento en tiempos más actuales. Justo en el día, quizás, en el que los españoles la emprendimos con el desparrame socialista otorgando al P.P. una mayoría que, hasta ellos saben, jamás repetirán. Ahora o nunca podrían estar pensando.
Pero volvamos con D. Federico. No soy el único que considera que alguien debería recordarle a este ministro que es a un civil a quien la Constitución encomienda el control de las fuerzas armadas y es como tal que debiera comportarse; que resulta un fraude al más alto nivel mimetizarse, como es notorio que hace, en aquel ejemplar oficial de complemento que seguramente fue.