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PREGÓN DE FIESTAS DE MONÓVAR 2002.

PREGÓN DE FIESTAS DE MONÓVAR 2002.

Monoveres y monoveros, autoritats, ¡ Bona nit a tots !.

Vull donavos es grasies per doname la oportunitat de dirigime a tots vosatros, en el

Pregó des Festes de Setembre, desde este balcó de la Plasa la Sala, que es el cor de Munove, y hui haut fet que el meu palpite de manera tan espesial.

Paisanos míos, permitidme que, haciendo un poco de memoria histórica, recuerde a todas las personas que a lo largo de tantos años han vivido en este pueblo y nos lo han legado tal como es, con este ritmo eterno de la experiencia, con su afán de progreso, con su talento artístico, con su espíritu de superación ………cuyo testigo hemos recogido, y a las que tenemos que agradecer el poder estar hoy aquí.

Hacia el año 1600, cuando los moriscos fueron expulsados de estas tierras y Monóvar queda despoblada, llega a ella, entre otros repobladores, un Juan de Limorte procedente de Albatera, se casó con María Farises y desde entonces y a lo largo de trece generaciones sus descendientes vivimos aquí. Don Antonio Verdú, el que fuera alcalde de este excelentísimo Ayuntamiento, tuvo la ocasión de entregar en 1837, año de la gran expedición carlista por estas tierras, a Valentina Rubio, viuda de Joaquín Limorti Vidal que estaba embarazada de nueve meses, una indemnización de mil novecientos sesenta reales de vellón, por la muerte de su marido en defensa de nuestro pueblo.

De ese matrimonio provenimos los Panetos, los Caneus, los Limorti Martínez, ……….y otros muchos más.

Otro de nuestros antepasados era Daniel Aracil «El Tallaí», vecino de los padres de Azorín, a los que regalaba manzanas de su huerta, siendo a su vez correspondido por D. Isidro con cajetillas de tabaco. Sus hijos, entre ellos mi abuelo Xuano, que por aquel entonces era un chiquillo, tenían que dejar los juegos ruidosos para no molestar al maestro Azorín que gustaba pasear cercano a la huerta mientras leía. Otro hijo de El Tallaí es el encargado, un año, de comprar los toros para nuestras Fiestas y como le debió de surgir algún contratiempo y tuvo que retrasar su llegada, decidió tranquilizar al Ayuntamiento con este telegrama: Los toros y yo bien, firmado, el Fideo.

Al meu bisabuelo li pasaba com a mí, que no sabía escriure en valensiá; per la meua part estig empeñá en posali remei a esta situasió.

A todos ellos, en especial a mis padres, agradezco con toda el alma que hundan mis raíces en este Monóvar donde he vivido mi infancia y juventud y donde regreso siempre que puedo para reencontrarme con este paisaje de los primeros años, que es el que prevalece en toda nuestra vida; sobre todo en estos días de Fiesta en los que la llamada de la tierra es mucho más fuerte, más alegre, más gozosa.

Si retener en la memoria es una forma de amar, yo tengo muchos recuerdos agradables,…….de la infancia en el Colegio de la Divina Pastora, la adolescencia con la misma pandilla de amigos que aún hoy perdura y que es otra de las cuerdas, maroma diría más bien, que me ata a este pueblo; las fiestas de Pascua, con ese sentimiento tan íntimo y especial que tiene nuestra procesión de «El Encuentro». Los días de la mona por las diversas casitas de campo de los alrededores; los guateques con nuestro pikú y los últimos discos de los Beatles, casi siempre en una acogedora casa del «carre nou»; el grupo de Teatro Palera, donde ensayábamos nuestras nuevas obras acompañados a menudo por la palabra fácil de Luis Vidal, y arropados, las más de las veces por los integrantes del Rolde Literario. La simpatía estaba siempre en Pepe Caneu que se encargaba de hacernos las fotos. Después venían las representaciones en el Teatro de Acción Católica, en el Casino y las giras por las casas del Señor y el Chinorlet………eran nuestras primeras inquietudes culturales que hemos ido forjando a lo largo de nuestra vida

Luego vino mi marcha del pueblo, pero siempre mirando el calendario para volver y haciendo malabares para poder llegar a tiempo de pasar estos días con vosotros.

Cuando pasamos el valle de Elda y giramos la curva en la que se divisa la Ermita de Santa Bárbara, se nos escapa un suspiro de alegría, ¡ya estamos en casa!, subiremos la cuesta de la estación y leeremos el cartel que nos da la bienvenida ¡Mai com a casa!, y si entramos por la parte opuesta del pueblo, yo siempre veré, aunque ya no exista, la Venta de mi bisabuelo Blay, donde vivieron sus hijos y nietos a lo largo de un siglo dejando su nombre para el barrio, «La Venta de Blay».

Nos ilusiona vestirnos de monoveras, con ese ritual del mantón plisado con alfileres, que es un arte que sólo manos expertas pueden realizar. El moño bien peinado con un gran ramo de flores en el pelo; y el refajo, arco iris de colores que mi abuela Mercedes tejió primorosamente, así como la puntilla de randa para la blusa y el delantal. Pero además está el garbo y salero con el que sabemos lucirlo las monoveras.

La Virgen del Remedio nos espera para que le ofrezcamos nuestro amor, y lo siente cuando le cantamos la Salve con un nudo en la garganta y cuando al día siguiente, en su procesión, seguimos la tradición de abrir de par en par las puertas de nuestras casas y adornar los balcones con su escudo.

Cuando era pequeña, en estos días de Fiesta, ocurría para mí el momento más emocionante de todos, …..era ver a la Virgen volar; bajar desde su Pabellón y posarse suavemente encima de su carroza para comenzar la Procesión. Aunque con los años haya descubierto que un perfecto mecanismo es lo que la hace bajar y subir, esa emoción ha quedado dentro de mí para siempre.

Me consta, porque lo vivo en mi familia, que las monoveras y monoveros que no pueden estar con nosotros en estos días, bien porque están lejos o porque son mayores, nos tienen en su pensamiento y en su corazón, como mi tía Remediet que llama por teléfono el día de la Virgen, para ver si ya está pasando la Procesión por la puerta de nuestra casa.

Este año asistimos con gran satisfacción a la reinauguración del Teatro Principal y de la Plaza de toros, espacios escénicos que engrandecerán más si cabe nuestras Fiestas y que han tenido y tendrán una historia muy relevante en la vida cultural y recreativa de Monóvar. Habeis tenido la buena idea de contarle a los más pequeños cómo es nuestro pueblo en el libro «Coneix Munove», que junto a las historias y vivencias que les añadan sus padres irán sembrando el amor a la tierra. Sé que tenéis muchos más proyectos, como recuperar el Palera y en definitiva apoyar las artes y la cultural de este pueblo que se caracteriza por querer ser grande…….. «no elevando los tejados de sus casas, sino las almas de sus habitantes».

Y si todo esto alimenta nuestra alma, no se queda atrás el alimento del cuerpo, que comienza por la mañana con «la toña mulla en chocolate fet, o la gachamiga. En la dina, les fasegures , arrós en conill o gaspachos, y de postre es rollets de aguardent, sequillos o monchávenes, suspiros, ……tot ben regaet per el bon vi de la terra……….»

¡ Tots es añs dig….en torna a Madrid me posaré a regim!

Es emocionante encontrarnos en los distintos Actos de las Fiestas y escuchar vuestros saludos de bienvenida… ¡Ya esteu aquí!.. ¡Al primer cuet pa vall!….¡Que no vos u conten!……¡No se vos fara tard!…¡Vos u encontreu tallad y cosid!…….¡y así es!, aunque desde el baile haya que ir a la estación para llegar a tiempo al trabajo del día siguiente.

Si un gran filósofo dijo «sé el que eres», yo tengo que venir a Monóvar para sentir la plenitud del ser y para recibir el impulso a un sentido más abundante de la vida; por eso tengo que decir como Azorín……»que tengo la íntima apetencia del regreso».

Vamos a celebrar nuestras Fiestas, olvidar por unos días la rutina y sumergirnos de lleno en la diversión y en la alegría.

Vamos a vivirlas de la manera más plena, más mágica y más imaginativa posible; no como otro año más, sino saboreando el momento presente que es lo que da intensidad a nuestras vidas.

Vamos monoveros a gozar las Fiestas, que ya está aquí la Alborada; ya pueden bailar los Nanos y repicar las campanas.

Que nos sorprenda la aurora abrazados a un sueño, que estamos en Monóvar la tierra de todo lo nuestro.

Anem a pasa unes Festes mol dichoses…. y es acomensem gritan tots junts….. mol fort……… ¡VISCA MUNÓVE!

PAQUI LIMORTI ARACIL 6 de Septiembre de 2002.

«LA VENTA DE BLAI» «ES BLAIS Y ES PANETOS»

«LA VENTA DE BLAI»

«ES BLAIS Y ES PANETOS»

Ahora que ya no existe la Venta, quizá sea el momento de recordar a quienes allí vivieron durante casi un siglo, dejando su nombre para uno de nuestros barrios.

De su origen sabemos que era una finca agrícola o solar de Josefa Ríco Díez, que pasa por herencia a Marcial Pérez Pérez, (padre de Mª Trini) el cual construye una casa en esta finca llamada «Els Cantals» o de «Las Losas», y linda al N., S., y E. con camino y al O. con otra finca de Isidro Colomer Moya.

El 3 de Junio de 1.911, la compra mi bisabuelo Blai Gran Cerdá, casado con Josefa Alfonso Rico, por 5.500 ptas., y se la deja en herecia para sus hijos Blai y Paca; al casarse ésta, le compró la parte que le correspondía a su hermano, y se quedó allí a vivir con su marido Visent el Paneto, quien heredó el nombre de «Visent el de la Venta de Blai».

Aquí se unen las dos ramas de estas antiguas familias de Monóvar, de las que intento reconstruir la parte de su historia que yo conozco, pero como gran parte de monoveros derivan de las mismas, seguro que se podría añadir mucho más.

De «es Panetos» me voy a remontar a 1.802, que según consta en el archivo eclesiástico y es recogido en el libro «Mortuoris» de Rafael Poveda, es el año en que murió Juan Limorti marido de Josefa García (28-10-l.802.-)

El siguiente Limorti del que tengo datos, es Joaquín Limorti, muerto heroicamente en Marzo de l837 y que según Pascual Madoz, en su Diccionario Geográfico Estadístico de Alicante 1.845, nos lo relata así:

«Aunque en la expedición que hizo Forcadell a Orihuela a últimos de Marzo de 1.837, no se atrevió a atacar la villa de Monóvar, defendida entonces por una milicia entusiasta y unos habitantes decididos por la causa de Isabel II y de la Libertad.

Tuvo que lamentar sin embargo la muerte de seis de sus nacionales llamados, Francisco Maestre, Mauricio Pérez, José Alfonso, Tomás Pérez, Joaquin Limorti y José Aguilar, con otro de Novelda, los cuales conducían varios presos a la ciudad de Alicante, y al estar en una pequeña altura a la vista de las tropas de la Reina, las vitorearon con entusiasmo, pero aquel error les causó la muerte, habiendo sido atacados por la caballería enemiga que los acuchilló, quedando todos sin vida en el mismo sitio que ellos se proponían defender».

Posiblemente y según testimonios orales de la familia, éste sería hermano de mi taratabuelo Vicente Limorti, casado con Tomasa Gil que tuvieron seis hijos.

Sin orden cronológico : Joaquín Limorti Gil casado con Margarita Silvestre Pérez. Vicente, (abuelo de Vicente Limorti el fotógrafo), casado con Antonia Rico. Tomás, casado en primeras nupcias con Vicenta y en segundas con una exmonja. Salvador, que se marchó a vivir a Elda; María casada con Masiano Martínez, también llamado el Paneto; y Pepe.

Joaquín y Margarita, tuvieron ocho hijos, a saber: Vicente, Pepe, Juan, Benito, Joaquín, Salvador, María y Antonia.

De ellos, es Vicente Limorti Silvestre el que se casa con Paca la de Blai y se queda a vivir en la Venta, donde crecerían sus hijos, Vicente, Blai, Joaquín, Paco y también dos hijas, Paqueta y Pepita que murieron siendo niñas.

La Venta fue desde 1.916 a 1965 aproximadamente, tienda de comestibles, lugar de transacciones comerciales e intercambio de animales y víveres, con mi abuelo como testigo de dichos contratos orales, de cuya palabra él daba fe.

En la postguerra, a las entradas del pueblo se colocaban «els consumeros», personas encargadas de vigilar y anotar los productos que entraban al mismo. Una de sus ubicaciones era la Venta, con la consiguiente amistad de mi abuelo con ellos, lo que facilitaba a los demás vecinos un mejor trato para la adquisición de las diversas mercaderías.

Allí se depositaba también el correo que llegaba para los habitantes de las cuevas del «Molinet» y del «Camino Real», que él posteriormente les entregaba a medida que pasaban por la Venta.

La ronda de la pareja de la Guardia Civil, también hacia una de sus paradas para calentarse a la mor de la lumbre que siempre estaba encendida, y comentar con mi abuelo las incidencias del día.

En los últimos años, hasta poco antes de su derribo, sirvió también como garaje de los camiones de la empresa Viuda de Blai que se dedicaba al transporte de mercancías entre Monóvar y Alicante.
Su figura grande sentada al lado del fuego es el recuerdo que yo tengo de él, junto a los buenos ratos correteando por esa casona, celebrando la Nochebuena y jugando con el globo hecho de la tripa del pavo que se criaba para esa noche.

Quisiera contribuir con esta breve reseña a la memoria de estas personas y hechos de nuestro pueblo.

 

Paqui Limorti Aracil.

Pròleg del professor Limorti al llibre José García Verdú -Monóvar 1919

Pròleg del professor Limorti

al llibre

José García Verdú -Monóvar 1919

El destí de José García permetria dibuixar una al·legoria de les misèries intel·lectuals de la nostra xiqueta/gran història local, no per local ni xiqueta menys instructiva ni miserable que la gran. Uns papers rescatats d’entremig dels enderrocs que sepultaven la seua biblioteca de la casa del carrer Pescateria, unes ratlles escrites en fulls gastats, unes desenes d’articles perduts per les hemeroteques, un carrer que van canviar-li el nom i un grapat de fotografies és tot el que la providència, és a dir, la usura del temps i la mà destructora dels homes -més insensible i eficaç encara que el pas dels dies- ens ha llegat d’aquest lletraferit monover -cap substantiu ni cap adjectiu el definirien millor. García pertany a la generació que segueix la dels Martínez Ruiz, Xotxim Amo o Queremón Alfonso -fills intel·lectuals de José Bernabeu, «el metge de l’aigua»-, és coetani i amic de Peñataro, Montoro, Capilla, Marcolán i Remedios Picó. Una part d’aquests escriptors continua beneficiant-se, com els anteriors, de l’estat de coses encetat a finals del segle XIX: l’enriquiment de moltes famílies de la burgesia monovera gràcies al comerç del vi que els permet el luxe de donar bons estudis als seus fills. García estudia a França i no perd l’ocasió d’exhibir la seua formació francòfona en les contínues referències als romàntics i decadents francesos que escampa per les pàgines del seu manuscrit. Des de Foix remet col·laboracions puntuals per als periòdics de la comarca; des de ben jovenet escriu en El Pueblo d’Amo i com aquest, serà il·lustrat, racionalista, republicà i anticlerical. García és, com altres companys generacionals, un jove nietzcheà, iconoclasta i d’idees avançades, però no revolucionari.

José García estava afiliat a les «Juventudes del Partido Reformista», era per tant un republicà actiu i representava les idees d’una certa burgesia progressista monovera. Aquesta és la classe social que es va trobar entre el proletariat revolucionari i la burgesia conservadora i els latifundistes, les poderoses classes dominants que recorrien ara i adès a la mà dura per reprimir el moviment proletari i que es resistien a introduir les reformes socials que una mínima justícia social els exigia; són aquests els sectors socials que donarien suport a Primo de Rivera primer i a Franco després. García és, per tant, d’aquells que els dos bàndols afusellaven l’any 36. El final del carrer que l’Ajuntament de Monòver va dedicar a la seua memòria, que va ser rebatejat durant els anys 40 amb el nom de Queremón Alfonso -assassinat junt amb la seua família-, demostra clarament el tall radical que la Guerra Civil havia de marcar en la societat monovera. El canvi de làpida es va fer amb tota la pompa paramilitar pròpia del moment i, segons conten les cròniques orals, es va convertir en una mostra pública primerenca del nou estat de coses resultant del final de la guerra: García i Queremón van ser condemnats a excloure’s per sempre, no hi havia lloc per als dos en la memòria oficial del poble.

García, que va morir massa jove, i a qui la posteritat va tractar injustament, es va diluir entre la blanura d’un poble desmemoriat. Han hagut de passar 60 anys perquè aquests papers que ara veuen la llum per primera vegada isqueren de davall de les ruïnes de la seua biblioteca. García va morir als 30 anys, la seua trajectòria intel·lectual i professional augurava uns fruits madurs que al final no van poder florir. Com li ha passat a tants altres -Amancio i el seu Cañís, per exemple- de García ens ha pervingut -articles de premsa a part- el que ell menys va valorar i el que els seus companys menys van entendre. No deixa de resultar curiós, i diu molt dels seus punts de vista intel·lectuals, que s’interesse, contra l’opinió dels integrants del seu cercle, per fer una crònica del present local i de la realitat més immediata, una crònica deformada per motlles llibrescos, però al capdavall, amb pretencions de real. Aquest punt de partida l’allunya del tradicional desinterès dels monovers per la reflexió sobre el seu present. Des d’Azorín, a Amancio, passant pel mateix Pepet Alfonso, la realitat de cada dia no interessa, les cròniques es fan en la premsa amb la immediatesa del present, sense afonar la rella. Moltes vegades es prefereix la pretenciositat retòrica, la joguesca insubstacial o la revolada lírica cursi a la meditació sobre els fets més pròxims -i no diguem dels llunyans: els monovers no tenen història. Per altre costat, la por a ser localistes condueix massa sovint a la pedanteria, al casticisme tronat (Pepet Alfonso) o al provincianisme embafós (les actuals conferències-col·loqui del Casino). Només sé trobar dues excepcions a aquesta tendència: Joaquín Amo que menyspreava la lírica i volia canviar l’estat de coses heretat i Antoni Ródenas que es posa a escriure per aclarir-se i aclarir-nos enmig del maremàgnum del final dels seixanta i ens col·loca en la perspectiva de la generació jove actual: valencians conscients i monovers amb història, amb la cultura catalana com a marc lingüísticocultural de referència bàsic, com a fonament i com a punt de partença.

La lectura d’aquestes pàgines de García -«comentarios personales» els anomena l’autor- ens provoca algunes sorpreses a propòsit de la seua sensibilitat. Les demostracions d’agnosticisme, racionalisme i anticlericalisme es segueixen d’uns retrats de la realitat monovera impregnats d’un romanticisme més que remirat. Llegiu si no la descripció del cementiri una nit de Tots Sants; es burla de les creences de la gent en esperits, fantasmes i preses d’ull, però no s’està d’escriure coses com: «Nuestra protectora mora en las regiones célicas, alrededor del Dios Padre; es una mujer ideal, hermosísima, etérea, fosforecente. Nosotros la hemos visto y hemos hablado con ella algunas noches en ese mismo cementerio, sentados al pie de la cruz de piedra del centro.», en fi… visions d’un ferit de lletra de 24 anys, ebri de lectures barrejades i encara no digerides. No tindria temps de fer-ho.

García i companyia eren joves modernistes, havien format el seu gust literari en la companyia constant dels romàntics francesos (Hugo, De Musset, Lamartine, Gautier) i els decadents i simbolistes (Charles Baudelaire, Paul Verlaine, Gérard de Nerval, Edgar Allan Poe, Rubén Darío). La influència del tema de l’alcohol en la creació literària -seria millor dir la influència de la literatura francesa sobre el tema- el porta a descriure la destil·leria Brujas que freqüentava amb els amics, com una taverna parisenca i Peñataro, Marcolán, Capilla i Montoro com uns Verlaine qualssevol extasiats per l’absenta. Al gust decadentista per l’estètica tavernària i els seus elogis de l’alcohol contraposava l’impuls vitalista nietzcheà -l’altre gran corrent modernista- i el positivisme. Quan recorda una malaltia de la infantesa que el va mantenir inactiu durant un temps, exclama: «Aquello pasó, la lucha sigue dándonos el ritmo de la vida y hablándonos del gran porvenir que tan sólo el esfuerzo podrá lograr, cuando nuestro psiquismo tienda a marcar un norte y camino director». Confiança en ell mateix, voluntat per a dirigir el seu esperit pels camins de la contrucció d’una personalitat ben formada. Personalitat, voluntat, raó, mètode per a analitzar la realitat amb l’objectiu de reformar-la: li va faltar el temps per a acabar la seua empresa.

Van ser segurament aquestes preocupacions per la reforma de la societat i el model del pare allò que el va portar al camp de l’ensenyament i al cos d’inspectors de primera enseñanza. Com Joaquín Amo i els republicans veu en l’educació de les persones la base del progrès material dels pobles: «hace falta mucha cultura, escuela, círculo, conferencias..». Es veu en les idees que escampa pel text la influència de la pedagogia krausista importada per Giner de los Ríos i que tant va influir en els intel·lectuals castellans de finals de segle: defensa l’eliminació de les barreres entre el professor i els alumnes, la desaparició de les tarimes en les aules, l’educació a l’aire lliure. Les escoles Cervantes que va construir pocs anys després de la mort de García un altre republicà, Saturnino Cerdà, justament l’alcalde que va col·locar el seu nom en un carrer, segueixen l’ideal que propugna en el seu escrit: escola pública i laica segons el model francès amb jardins amplis segons l’ideari krausista.

Com a reformista fa algunes observacions sobre la política local que sorprenen tristament per la seua actualitat i ens fan pensar que una espècie de maledicció col·lectiva regeix el destí d’aquest poble. Es revolta contra la ineptitud dels governants municipals: «aquí no hay ninguna iniciativa sólida, como no sean tiquismiquis políticos y bajezas de caciques» afirma quan mira els murs gastats de l’edifici de l’ajuntament. «¿Qué se hace de esta administración? ¿No hay responsabilidad jurídica para tantos inútiles que obstruyen la evolución de sus pueblos dignos de gran empuje como Monòvar?», afig més avant. Quan parla de la necessitat de construir unes escoles públiques i de com no s’ha fet, a pesar de la demanda d’alguns sectors de la societat, dirà: «ha sido una utopia para nuestro concejo, cubierto siempre de figureros y trafalmejos, y cada vez empeñándose más com la hacienda».

I una curiositat final. Com els Martínez Ruiz i tants d’altres monovers no del tot vegetants, García maté amb el seu poble natal una estranya relació d’amor-odi. Un lligam misteriós uneix successives generacions de monovers en aquest sentiment d’atracció-repulsió respecte del terrós nadiu: «Monóvar será pequeña, ruin, lúgubre (…) No tendrá distracciones, ni belleza natural ni artística, ni alegría, ni vivacidad, pero tiene (…) un vaho sentimental que nos atenaza.» Un dia discuteix amb un estudiant que torna de Madrid i que es sent pres per l’esplín, el desfici del senyoret: «El amigo está harto del pueblo; intenciones tuvo hace contados días, de tomar el tren y desaparecer. Para él estos pueblos obligan a una vida monótona y cansina; las mismas cosas repetidas y contra repetidas dentro de la vulgaridad.» Ell li aconsella que es quede pel bé de la seua salut malmesa per tanta vida disipada de la capital i li adverteix que encara que se’n vagen, tornaran ja vells al retir postrem del poble estimat a retrobar-se amb els amics ja provectes per esperar tots junts -resignats i geperuts- l’hora última. Poc sospitava García que un estiu, més proper que llunyà, tornaria per a no anar-se’n mai, que li dedicarien i li desdedicarien un carrer, que construirien unes escoles com les que ell volia, que els seus estimats llibres i papers acabarien davall els enderrocs de sa casa o «s’esbarriarien pertot», que algú rescataria un bocí de la seua memòria per a ningú. No sabem quin atavisme remot s’hereta entre els especímens més conscients nascuts en aquest terrupero miserable, en aquest llosco d’algeps edificat, que provoca aquest pertinaç, ineluctable i fatal impuls d’amor i refús que mor en l’oblit.

Paül Limorti i Payà. Monòver, maig de 1997

Poema escollit per a obrir el llibre de José García.

Poema escollit per a obrir el llibre de José García.
 
 
Assedegat d’amor i del plaer del desig
encetà mil camins que havia cregut revolts
de viaranys obscurs. Traí el seu passat
i potser alguns amics però servà, covard i pur,
els sentiments callats de qui es creu sense enemics.
Desesmat, acceptà càrrecs fàcils, la grisor
moderada, els vicis induïts pels alcohols.
S’arraulí ben de gust en qualsevol llit desfet
per la sola tebior fugissera d’una nit.
Ha deixat pensaments i fragments interromputs
d’escrits i dietaris d’interès força dubtós.
La casa, malvenuda, us costaria trobar-la:
al jardí abandonat creix la brossa altre cop.
El seu màxim orgull, una bona biblioteca,
fa anys fou subhastada i s’esbarrià pertot.
Mai no hauria pensat que el seu record
pogués arribar a escampar-se tant.

Francesc Parcerisas, «Poètica»

Presentació del llibre José García Verdú – Monóvar 1919 en la Casa de Cultura de Monòver el 29 de Novembre de 1997. Antoni Maestre

Presentació del llibre José García Verdú – Monóvar 1919 en la Casa de Cultura de Monòver el 29 de Novembre de 1997

Distingides autoritats, autors del llibre, amics i amigues del públic, molt bon dia a tots. No començaré pel tan gastat tòpic de «és per a mi un honor presentar-vos…», que em sembla evident i, per això, cert i tòpic. Vull aclarir que els motius decisius de la meua intervenció són l’interès i el suport a la tasca de Rafael Poveda Bernabé i Marcial Poveda Peñataro: la recuperació de la memòria col·lectiva i l’estudi rigorós d’aquesta. I, quan dic rigorós, pretenc referir-me al rigor i la confiança -almenys, d’entrada- que confereix l’ús d’una metodologia científica o acadèmica -si és que el primer qualificatiu no us agrada aplicat a les humanitats-, en aquest cas, la historiografia i la filologia. I és que u comença a estar-ne fins als nassos -i més que veurem, diria aquell- perquè, en aquest tros del món, sembla que qualsevol pot discutir sobre qualsevol cosa. No calen ni formació, ni estudis, ni lectures, ni anys i panys d’experiència, ni la tan «científica» contrastació amb la realitat ni l’aval de les universitats dels sis continents. No hi val, tampoc, el sentit comú o la lògica. De manera que, encara avui dia, es produeix una pugna entre els arguments tendenciosos, mancats de fonaments i plens de fantasia, d’una banda, i les tesis honestes -que tenen la finalitat sincera d’arribar a la veritat-, documentades i estructurades sobre uns principis mínimament objectius. Però la pitjor desgràcia s’esdevé quan les institucions donen suport a les primeres i desatenen les segones. Per això, els Mortuoris, les Visites, els Llibres de Claveria, els estudis sobre el Consell de la Vila, la devoció a santa Caterina o la presó de Monòver, per esmentar-ne alguns i al costat de les aportacions d’altres investigadors, tenen l’efecte d’un gerro d’aigua fresca i constitueixen, sobretot, una sàvia lliçó al folklorisme deformador, mal encaminat i desproveït de qualsevol profit amb què se sol abordar l’estudi de la realitat pròpia. Enteneu-me: una cosa és el folklore i una altra de molt distinta, el folklorisme. Aquest «exercici de memòria» que desenvolupen els dos autors-editors de l’obra, resulta absolutament indispensable. La nostra memòria, història o passat, com vulgueu, es perd perquè s’ataca o es deixa morir de desatenció i, alerta, una persona i un poble, el seu, són la seua memòria. La memòria sorgeix com a únic recurs contra la mort. Feu la prova amb els vostres familiars que ja no viuen: si encara parleu d’ells es deu al fet que encara els recordeu. I, si no els recordeu, no els haurà de recordar ningú que no els conega ni els estime. Si Rafael Poveda i Marcial Poveda són uns «desenterramorts» (i que em perdonen un adjectiu tan lúgubre) que exhumen textos al servei de la memòria, també José García Verdú va escriure el seu assaig impulsat pel record. En realitat, es tracta d’una necessitat que sembla apoderar-se de tot escriptor en cert moment de la seua trajectòria literària. També, en general, a tots ens plau rememorar -rescatar- passatges de la nostra vida. Al capdavall, fixar la seua memòria i, al mateix temps, fixar-se a si mateix. Aquest esforç de (re)construcció del passat comporta la (re)visió dels orígens. I si tot ésser viu està unit a un lloc i a un temps des del nàixer, aleshores aquest lloc i aquest temps, en el cas de García Verdú i de Rafael Poveda, Marcial Poveda i, per descomptat, tots nosaltres, és Monòver i el seu passat, el seu present i el seu futur. Reviseu, si no, la bibliografia d’Azorín. No debades, l’autor cita unes paraules del crític francès Jean Paulhan, motivat per l’evocació que un quadre li suscita sobre el paisatge que, de menut, ataüllava des de la cova de Cachares, a l’Alquebla, que solia visitar amb son pare. La cita diu: «el éxito de una obra de arte es debido, por una buena parte, a su acción sobre la memòria efectiva» (p.70). García Verdú, en una època de formació, intenta assimilar lectures i posa en pràctica els comentaris de Paulhan: l’ingredient autobiogràfic beneficia el resultat estètic de l’obra literària. Així, decideix convertir en art la seua memòria que, a la seua escassa edat, és la seua infància i la seua adolescència, unides inextricablement a Monòver. De tota manera, el llibre no podria definir-se com a «memòries» en sentit estricte, ja que, més aviat, la plasmació d’escenes biogràfiques se supedita a la descripció i la reflexió sobre el poble, tema «estrella»: Monòver és això, hi passa allò i jo en sóc fill. Constitueix, sobretot, un assaig, gènere que conjumina biografia i opinió, o siga, matèria i visió subjectiva. Per això, l’autor denomina la seua obra «comentarios íntimos» al prefaci, combinant, així, els dos elements indicats. Al meu parer, doncs, la motivació és doble: fixar el record i criticar els aspectes socials i polítics que, com a oriünd de Monòver i republicà liberal, li correspon. Per tant, la molla del relat la conformen el retrat dels seus amics Peñataro, Marcolán, Capilla, Montoro i la poetessa, els monuments, les festes, la vida quotidiana, la gent i els personatges il·lustres del poble, entre els quals es troba, com no, Azorín. I, alhora que els descriu, els associa sentimentalment a la seua vida i els sotmet a crítiques sense empatx: la gestió del govern municipal, la política urbanística, l’ensenyament religiós, el migrat talant cultural del Casino i, atenció, el nul interès pel passat i el desprestigi del poble, qüestions controvertides fins i tot avui dia. García Verdú, doncs, tracta de dignificar Monòver, en primer lloc, perquè és el seu poble i, en comptes de desentendre-se’n com la resta, l’eleva a tema d’un llibre. A més de la visió sentimental ineludible (que és, en qualsevol cas, l’únic interès que pot despertar en els seus companys generacionals), arremet contra allò que, segons ell, no funciona. Per exemple, critica l’absència d’un carrer dedicat al pare Juan Rico, que atribueix a l’oblit i al menyspreu de les coses pròpies que els governants exerceixen com a norma. I no es tracta de confondre literatura i política sinó de responsabilitzar-se de la part que pertoca a cada u, utilitzant els mitjans a l’abast. D’aquesta manera, l’interès de l’obra, com assenyala tan bé Paül Limorti al pròleg, se centra en el tractament biogràfic de l’entorn immediat de l’autor -i això significa posar molt de la seua persona-, cosa que eviten els altres escriptors i per la qual mereix ser destacat. És cert que aleshores el desconeixement de la tradició culta autòctona que la Renaixença malda per recuperar i desenvolupar, encara imperava. Si bé a Catalunya té uns efectes immediats, al País Valencià representa un moviment minoritari amb fruits molt tardans. A Monòver, perifèria de la perifèria, haurem d’esperar fins a la publicació de D’Azorín i el país meu a principis dels anys setanta perquè un home de lletres, Antoni Ròdenas, medite sobre la realitat pròpia amb elements propis com ara la llengua i des d’una òptica arrelada al país natal. No cal dir que García Verdú devia desconèixer les temptatives de recuperar la cultura pròpia i que depèn de la (re?)valoració d’aquesta, però el seu intent, tot i que aïllat i conegut només pels seus amics, estava en aquesta línia. Siga com siga, aquest desconeixement té com a conseqüència la construcció d’una ideologia literària provinciana que emula la cultura oficial i castellana. Els resultats? L’esforç sobrehumà de ser «mestres» en l’idioma foraster, el tractament de temàtiques estranyes, una obra desarrelada, en suma, condemnada al pintoresquisme i als annals d’història local, com a molt. Això, afegit a una formació encara per polir (García Verdú té tan sols 24 anys quan escriu l’assaig, una edat propícia al romanticoidisme) ajuden a explicar les divagacions fantasioses i les esgarriades líriques que poblen el text (per exemple, quan compara la verema amb una bacanal). Per a nosaltres, lectors moderns amb sensibilitat moderna, el llibre ha de tenir el valor d’un inèdit que brinda, almenys, la possibilitat de discutir-hi, d’abraçar-lo o de rebutjar-lo, segons com. Si no el coneguérem, no existiria com a punt de referència ni com a intent de dignificació literària d’un poble. Amb aquesta edició, Rafael Poveda i Marcial Poveda, com García Verdú en el moment d’escriure’l, han combatut la desídia, el menyspreu i l’oblit de tantes coses que reclamen la seua ressurrecció des de la tomba. Ja en parlarem. Moltes gràcies.

Antoni Maestre Brotons Monòver, tardor de 1997

ENTREVISTA A MATILDE INSA

Por Marcial Poveda Peñataro y José Corbí

Tras sortear pasillos y patios en la bien cuidada Residencia de Ancianos de Monóvar, alcanzamos un amplio salón, confortable y soleado. Ante nosotros una señora portando sus libros y partituras. Intercambiamos una cómplice mirada, esbozando una expresión de incredulidad y en nuestro interior deducimos: nos hemos equivocado, será otra señora. Sorprendentemente escuchamos: «Soy Matilde Insa. ¿Qué desean Vds.?» En plena confusión y con cierta torpeza acertamos a presentarnos y exponer nuestros objetivos, porque Matilde es una señora de tez cuidada, silueta proporcionada y de formas lúcidas y refinadas que no aparenta sus bien llevados 92 años, de ahí nuestra extrañeza. Muy amablemente nos recibe, siendo ésta la conversación mantenida.

Nace Vd. en el seno de una familia acomodada. Su padre, Paco Insa, es oficial de Telégrafos. ¿Qué recuerdos tiene de su infancia, más concretamente de su paso por la escuela?

Una infancia con un recuerdo estupendísimo, precisamente aquí estuvieron hace unos días las hermanas donde me eduqué, las del Co-legio Divina Pastora. Y el recuerdo que guardo de mis padres es el no va más. La perfección más grande que puede haber y la educación que me dieron fue grandiosa. Estos días navideños tengo muy presente la persona de mi padre, con todo el ambiente de fiesta que reinaba en casa: regalos, villancicos, mi madre preparando la cena, etc.

Manuel Tomé fue un pianista afincado en Monóvar desde Enero de 1906. Además de desempeñar du-rante nueve años la titularidad como pianista del Casino de Monóvar, daba clases de piano a algunas señoritas, una de las cuales era Vd. ¿Cómo recuerda a Ma-nuel Tomé?

Era una persona muy sensata y culta, además de excelente profesor. Sabía amoldarse a las circunstancias de las alumnas, obteniendo un gran resultado de las cualidades de sus alumnas.

Relátenos que aconteció al abandonar, el maestro Tomé, Monóvar. ¿Quién asumió impartir las clases de piano?

Se presentó un día en mi casa Manuel Tomé, y le dijo a mi padre: «Don Paco, he de marcharme de Monóvar, pues he conseguido aprobar unas oposiciones con plaza en mi pueblo y creo que nadie mejor que su hija Matilde (por entonces tenía 15 años) para sustituirme. Yo la encuentro suficientemente capacitada, pero de todas formas dejaré que transcurra un mes para mayor garantía». A los 15 días, de nuevo Manuel Tomé se acercó a casa y di-jo: «Matilde se hará cargo, tiene ex-periencia y calidad. Es una excelente profesora, para ella es el cargo. Me voy satisfecho de comprobar co-mo hay una sustituta que seguirá mi camino».

¿Y no fue Anita Verdú la elegida, puesto que era la alumna más destacada?

No, porque quizá ella estuviera más preparada para el tema de los conciertos, pero yo tenía más cualidades para la enseñanza, que son co-sas diferentes.

En el año 1921, a sus 15 años, se hizo cargo Vd. de la Escuela del maestro Tomé ¿Se ha sentido alguna vez niña prodigio?

No. Yo he sido siempre muy normal en todos mis aspectos de aprendizaje, y lo que me ha sucedido ha ocurrido sin buscarlo o codiciarlo. En ese caso que Vd. alude. pude cumplir y ese fue mi sino.

La música, concretamente el piano ¿ha sido su vocación?

A los cuatro años recién cumplidos empecé a teclear el piano. Yo me embobaba, me entusiasmaba, mientras mis amigas iban a jugar o distraerse en otras cosas, cuando oía una música disfrutaba y me apartaba de lo demás. Siempre fue una llamada interior que se sobreponía el resto.

Llegamos al año 1924 y la directiva del Casino, encabezada por su presidente Vicente Peñataro y el secretario Antonio Montoro, tras la renuncia del pianista Enrique Almiñana decide nombrarla pianista del Casino, con el sueldo de 60 ptas. mensuales. ¿Tuvo que su-perar alguna prueba u oposición?

Efectivamente fui la primera que desempeñé el cometido de ser pianista titular del Casino (contaba por entonces 18 años). A mí lo que me interesaba era perfeccionarme, o que me conocieran musicalmente y disfrutar así de mi profesión, el dinero era lo de menos, no tenía ne-cesidad. No tuve que realizar prueba alguna.

Suponemos que trabajaría conjuntamente con Peñataro y Montoro, dos intelectuales de la época. Háblenos de ellos.

Los dos eran muy amigos de casa, de mi hermano concretamente, y nos visitaban con relativa frecuencia y solían decir: «Matildita, obséquianos con alguna de tus piezas musicales» y en la parte alta de la casa, allí que me disponía a tocar el piano. Tengo una dedicatoria de A. Montoro, que dice así: «Por el divino tesoro de juventud que tú posees y tu arte exquisito, tú señorita Ma-tilde Insa».

Durante el año 1928 es nombrada, para sustituirla como pianista del Casino, la Srta. Clotilde Monroy ¿Cuáles fueron las causas que ocasionaron este cambio?

Como consecuencia de trasladar mi residencia a Elda por motivos profesionales de mi marido.

Sabemos que ha leído la novela Cristian, cuyo autor es Manuel Tomé. ¿Qué comentarios le sugiere?

Un libro muy interesante, ameno y agradable. Me recuerda mis tiempos de juventud. Lo he leído y vuelto a leer, pues está muy conseguido. Mire por donde me he podido enterar de sus aventuras amorosas que desconocía por completo, porque al desarrollarse en el tiempo de mi infancia, lógicamente las ignoraba. Yo era una chiquilla entonces… y claro no nos estaba permitido conocer ciertas historias. Sabía algo por mi hermana.

A punto de finalizar este siglo, ya en puertas del año 2000 ¿Cómo contempla el futuro cultural de Monóvar?

No sólo ciñéndome a Monóvar, sino en general, yo digo como decía la canción: «el que viva en el año 2000 verá con asombro los tiempos cambiados». El mundo está dando un giro tremendo, pero para mal. Las cosas que puedan favorecer a la Humanidad le dan de lado y van a su ritmo. La juventud vocea y grita, y no piensa que pueda molestar, no lo entienden. Mientras no haya gente que haga comprender a la juventud que su actitud molesta y no deba ser así, ni Monóvar ni el mundo se arreglará.

De todos los que ha habido y no son pocos, ¿qué personaje local más ha admirado?

Como poeta, a Montoro. Era un gran poeta. Al resto de intelectuales no los puedo juzgar, por entonces yo era muy joven. Me refiero a los que destacaron a principios de siglo.

¿Cuál es la actitud que más admira en las personas?

La caridad, que sean caritativos, comprensivos, que no sean vanidosos, que no sean autoritarios. Todo eso fuera. Ser sencillo y normal. No mires a quien le haces el bien.

¿Quién o quiénes han dejado huella en su vida?

Una de las personas que más influyeron en mi vida, durante mi juventud, fue el notario Jesús Sán-chez Tello y su señora. Fueron mis segundos padres, porque me quedé sin madre a los 13 años.

¿Alguno de sus hijos o nietos ha heredado su misma vocación?

No. Mis hijos estudiaron música. Uno de ellos, mi hija, se inició, pero como no pudo compartir con los estudios que tenía que hacer al margen, lo dejó. Esa forma de ser prácticos y decidirnos por una determinada faceta es algo que he tenido muy presente. Cuando he tenido que tomar una decisión sobre si un alumno tenía posibilidades de alcanzar éxitos en los estudios, nunca dudé y acerté si debía continuar o dejarlo, muy a pesar mío.

¿Le ha servido a Vd. la música para sentirse admirada y respetada?

Pues sí. Dios me ha ayudado mucho y hasta las cosas más difíciles me las ha facilitado tanto que yo misma me he asombrado de ver lo que he conseguido con mi forma de ser, mis clases, mis alumnas. Quien ha venido a buscarme profesionalmente halló siempre en mí a una fiel colaboradora.

Hoy, a los 92 años. ¿Se siente completamente realizada?

Sí. Hay como en todas las épocas y edades, altibajos, pero como he confiado siempre en la Divina Providencia Dios me ha dado siempre más de lo que merecía. He confiado en Él y he salido adelante.

¿Qué es lo que más añora Vd. en estos momentos?

A mis padres y a mi marido. Mi marido ponía el belén más bonito que Vd. se puede imaginar, bien fue-ra en Elda, Colombia o Barcelona. Mi padre solía cantar villancicos y yo le acompañaba.

Tiene a su disposición El Veïnat por si desea añadir algo más.

Cuando residía en Colombia, los días de septiembre en que se celebraban las fiestas en honor a la Virgen de la Salud y del Remedio, poníamos en el comedor de la casa, sobre el aparador, el mantón de Ma-nila, a modo de altar y una imagen de la Virgen que me regaló el fotógrafo Berenguer, de Elda. Celebrá-bamos así nuestras fiestas patronales a pesar de la distancia, y acudían nuestros amigos, vecinos, sacerdotes, monjas y le cantábamos a la Vir-gen los cánticos tradicionales por esas fechas.

El testimonio de Matilde sobre parte de la historia artística e intelectual local, nos produjo la grata impresión de sentirnos trasladados, por unos instantes, a ese primer tercio de siglo, en el que se dieron cita toda una pléyade de literatos, etapa que se ha denominado «Escuela de Monóvar». Nos hallamos ante una enciclopedia viviente (y así se lo ha-cemos constar) al tratarse de la úni-ca persona viva que compartió du-rante aquella época momentos de esplendor.

Matilde nos deleita interpretando unos villancicos y una composición musical -con música y letra de la propia Matilde- en recuerdo de su marido, emitiendo unas notas vi-brantes que surgen, a pesar de su edad, de forma intensa y artística de su inseparable «Chassaigne Frères».

Halagados por el anticipado obsequio navideño de que somos objeto en forma de pentagrama y las notas musicales que desgrana su piano, le agradecemos esta deferencia, deseándole lo mejor de lo mejor para que, en lo sucesivo, podamos volver a vibrar con su arte.

Les publicacions periòdiques a Monòver. Rafael Poveda

Les publicacions periòdiques a Monòver

El Termómetro: periódico semanal, científico y de intereses materiales. Núm. 1(10 oct.,1886)- núm. 24 (20 mar., 1887). Primer periòdic de Monòver. Fundat pel metge José Pérez Bernabeu. L’administrador era Ramon Gimeno Rico i van col·laborar Leandro Limorti Gómez, Antonio Alfonso Prats, Ciro Pérez Ferrer, Calixto Verdú García i Sixto Pina, i des de Madrid, Agapito Ochoa Albert i A. Tortosa Vidal, probablement veïns del Pinós perquè escriuen nostàlgicament sobre aquest poble.La redacció i administració es trobava al carrer Major, 21. Primerament s’imprimia en Alacant, en la Imprenta de Bernardo Samper,al carrer Santos Médicos, 2. Aquest impressor deu establir-se a Monóver, perquè des del núm. 6, el lloc d’impressió es troba al carrer Colecta, 3, passant després al carrer Major, 123. El setmanari consistia en dos fulles de 44x31cm, de les quals la segona era únicament per a la publicitat. En la fulla de portada,  a més dues seccions fixes : Revista de vinos i Crónica local. El preu del exemplar era de 10 cèntims, però la suscripció mensual costava 1,75ptas. La redacció admitia llibres dels quals oferia fer la ressenya gratuïtament. El dijous, 25 de novembre de 1886 va sortir un número extraordinari amb motiu de la fira d’una fulla només.

El Diario de Monóvar : periódico de noticias e intereses locales. Núm. 1 (1, abr. 1887)-núm. 18 (23, abr. 1887) . Tan sols onze dies després de la desaparició del Temómetro, el 1 d’abril de 1887 va aparèixer l’única publicació amb vocació de diari de la història de Monòver. En teoria tenia que eixir tots els dies però sembla que no va ser així, i no va durar ni un mes. El 23 d’abril va eixir l’últim número. No consta qui fou el director ni el consell de redacció, però tal i com explica José Payá (Revista de Festes 1986) és molt probable que fora el mateixJosé Pérez Bernabeu. A més a més, té igual preu que el seu predecessor, i l’adreça de l’administració així com la impremta el publica són les mateixes que l’esmentat periòdic. El format era de  44×31 cm. i tan sols tenia una fulla (2 pàgines), la última per a la publicitat. A la primera fulla, a més de la capçalera, dos seccions fixes: : Sección de noticias, on es troben notícies barrejades del poble i d’altres localitats, i la secció Ultima hora, on s’insertaven una sèrie de notícies donades per la anomenada Agencia madrileña, i que eren rebudes a l’administració del periòdic per telegrama.

El Terremoto. (1897) Setmanari, va durar uns mesos.

El Monovarense. De periodicitat quincenal va durar tan sols uns mesos.

El Eco de Monóvar. Setmanari, va durar dos o tres anys.

Monóvar Alegre. Sols va publicar un número.

La luz de Monóvar. Setmanari sols va publicar un número.

El neutral. Setmanari, va durar uns mesos.

Redención. Setmanari, va durar uns mesos.

El Loro. Setmanari bilingüe, va durar uns mesos.

El Monovarense. Setmanari, va durar uns mesos.

El Relámpago. Setmanari, va durar uns mesos.

El Pueblo (1901-19015)Setmanari, va començar a l’any 1900 dirigit per Joaquim Amo amb l’ajuda de Ramón i Amancio Martínez Ruiz. Sens dubte el més important dels setmanaris monovers on van apareixer els treballs en valencià que sota el seudònim de Canyís van popularitzar Amo i Amancio. Es va deixar d’editar per la mort del seu director i ànima mater Joaquim Amo.

El Cimbalillo. (1901) Setmanari. Va durar tan sols un mes.

El Regional : Semanario liberal-conservador (1911). Es presentava com a  «Defensor de los intereses morales y materiales del distrito de Monóvar». Tenia la redacció al carrer Bohuero, 20, mentre que la administració apareix localitzada al carrer Major, 55. El format era de  39×28 cm.i constava de dues fulles (4 pàgines). Les dades han estat recollides del núm. 5 amb data del 15 d’octubre de 1911, encara que a l’original s’aprecia una errada en la data apareixen l’any 1191.

Monóvar (1915). Setmanari dirigit per Vicente Peñataro. Es presentava com a «Indepediente, literario y de Noticias» Els seus col·laboradors habituals van ser Antonio Montoro, Silvestre Verdú «Marcolan», Remedios Picó, Luis Albert «Luveral», José Capilla «L. Giaco», Paulino Verdú Verdú.

El Cronista (1916). Fundat per José Villalta Nebleza tenia la seua seu al carrer Luís Martí, 14. En la capçalera deia «Revista de información regional». De caràcter conservador. Es va imprimir a l’impremta de Manuel Vidal, excepte alguns núm. que va imprimir Juan Sansano al carrer Mossèn Joan, 4(avui Queremón Alfonso). Va incloure una secció en valencià titulada «En Broma» signada per «Pere Chepa». Tenim constància de 40 números. L’últim va eixir el 11 de març de 1917.

El Sembrador (1916). Fundat per Juan Sansano Benisa tenia la seu al carrer Mossèn Joan, 4. S’autotitulava «semanario imparcial» De pensament lliberal. Sembla que arribà a 69 núm.

Los Pueblos (1922) Dirigit per Juan Sansano Benisa. Tenia la redacció al carrer Yedra, 5

Renovación (1925) Dirigit per José Tarí i Pascual Carrasco.

Trabajo (1926) Setmanari del Partit Socialista va estar dirigit per Ramón Morán fins setembre de 1933 que va assumir la direcció Juan Berenguer, fins aquell moment el redactor en cap. Tenim constància de que van arribar al núm. 151 (maig de 1934). A sota de la capçalera es definia com «Semanario socialista de doctrina, literaratura y noticias. Defensor de la clase trabajadora y de los intereses del pueblo» Es va imprimir en Novelda, primer en l’Impremta Sucesor de viuda de Cantó i més tard en impremta José Vidal de Novelda.

La Cháchara. Setmanari dirigit per José Alfonso.

Democracia: órgano del partido republicano radical (1932).Setmanari d’aparició els dissabtes. Periòdic de 2 fulles (4 pàgines) l’ultima pàgina de les quals era per a publicitat. El seu director era José Alfonso. La redacció i administració es trovaven al carrer Major, 146 i s’imprimia a la imprenta de Manuel Vidal.  El preu del exemplar era de 15 cèntims, però la suscripció mensual costava a Monòver 0’60 ptes, mentre que la subscripció trimestral fóra del poble era de 2’50 ptes. Els números anteriors es venien a 25 cts.

Acero (1936) El primer director   va ser Juan Antonio Miralles Carrasco i després per Francisco Deltell Martínez. Publicacions de la Juventud Socialista Unificada. «Se edita cuando sea necesario». Aquest periòdic es va imprimir en la impremta Manuel Vidal fins novembre del 36. Després d’incautar-se del taller, van posar un peu d’impremta que deia Imprenta Popular.

Cruzada (1946)Periòdic de la Falange a Monòver. «Centúria Matías Giménez». Va durar 12 núm. des de 12 de octubre de 1946 al 20 de abril 1947. El va dirigir José Vidal Iborra i contava amb col·laboradors com José Alfonso, Antonio Alfonso, i altres com Manuel Vidal o Gregorio Martínez que signaven amb pseudònims com Stop o Lear. S’imprimia en la impremta Vda. de Manuel Vidal.

Monhauar

La Fulla del PoblePublicació dels anys 70 amb articles de Joan SerranoDemetrio Mallebrera, etc.

El Veïnat: Butlletí municipal editat per l’Ajuntament de Monòver. Va comença en l’any 1979.

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IMPACTO Begoña Garbi Tortosa

IMPACTO

Begoña Garbi Tortosa

Cuando tomé la decisión de escribir sobre este episodio de mi vida, no sabía bien como titularlo y cuando encontré la palabra que en principio parecía adecuada, tuve que confirmar su significado en el diccionario para cerciorarme de que el mismo se ajustaba perfectamente a lo que supuso para mí aquel momento. La experiencia vivida en Bogotá el 1 de Mayo de 1978, día Internacional del Trabajo, fue un verdadero IMPACTO, que todavía hoy puedo evocar, y recordar y ver en mi mente cada momento con nitidez, resultando extraño que después de tanto tiempo aún permanezca intacta en mí.

Tenía 19 años y ahora, con 21 más, me doy cuenta de lo temeraria, inconsciente, apasionada, aventurera o enamorada de la vida que se puede estar cuando se es más joven. Todo mi bagaje se reducía a una mochila de nylon roja con armazón de aluminio, una pequeña tienda de campaña, un saco de dormir, un vaquero, varias camisetas, sesentamil pesetas para dos, un pasaje aéreo de regreso abierto un año, el mejor compañero y un futuro excitante por venir. Parece poco pero en aquel momento era todo lo que podía desear: libertad y el mundo a mis pies.

Descubrí en mi primer vuelo transoceánico lo aburrido que resultaba el avión; eso sí, después de maravillarme tras el ascenso a más de diez mil metros de altura y atravesar los grandes cúmulos de nubes… Alejarme de tierra firme era conocido por mí, pero introducirme en ellas, perder la visibilidad durante unos minutos y emerger de nuevo para seguir volando sobre una superficie inconsistente pero que invitaba a revolcarse, resultó ciertamente hermoso…; mullida, blanca, como borbotones de merengue muy altos que a veces se disparaban casi con agresividad como si de una explosión se tratase, el sol incidiendo sobre ellos reflejando su luz sobre el ala plateada del avión… y sobre mí, el cielo más claro y más azul que nunca he visto…

Después de nueve horas de vuelo, por fin Eldorado, Aeropuerto Internacional de Colombia. Ya antes de aterrizar atisbaba con curiosidad por la ventanilla intentando encontrar la ciudad que pocos momentos después me acogería. Todo sorprendentemente plano dada su situación en plena sabana, formando parte del altiplano del departamento de Cundinamarca y a unos dos mil seiscientos metros de altitud. Todo completamente verde debido al alto grado de humedad medioambiental y una temperatura prácticamente estable de catorce grados de media, con apenas una oscilación térmica de dos grados durante el día. Tanta llanura apenas rota por los cerros de Guadalupe y Montserrate de poco más de tresmil metros de altitud, entre los cuales se asienta Santa Fe de Bogotá.

Desde arriba pude observar la ausencia de grandes edificios y un trazado claro y ordenado de calles y anchas avenidas. Y por fin un aterrizaje perfecto. Bienvenida por parte de la tripulación y aplausos por parte de los pasajeros, deduje que habituales o al menos no primerizos porque a mí no se me hubiera ocurrido aplaudir nunca; práctica que seguí observando en los seis viajes que se sucedieron durante los siguientes siete años que viví en Latinoamérica.

El descenso del avión, no sé por qué, no se produjo a través de las mangas articuladas que se acoplan a las puertas y te transportan hasta la terminal aérea. Bajamos por las típicas escalerillas y el primer impacto se produjo al respirar el aire de aquella parte del mundo, húmedo, espeso, cargado… que casi se podía tocar y coger. Costaba hacerlo entrar en los pulmones, y emanaba un olor característico que no sé describir.

Fuimos transportados en autobús junto con los otros pasajeros hasta la terminal. Pasamos aduana y a partir de aquel momento empezaron los acontecimientos que en el transcurso de las horas siguientes me pondrían en contacto con aquel desconocido y sorprendente país. Policía entrenada para proteger al turista con distintivos especiales en su atuendo, con el fin de poder ser identificados con facilidad, nos instruían durante nuestra corta estancia en el aeropuerto para no ser víctimas de robos o atracos. Carteles con recomendaciones de como portar el equipaje de mano o llevar la cámara fotográfica para evitar los «tirones»…

A medida que nos aproximábamos a la salida, el aspecto de las personas que me rodeaban iba cambiando. Ese aspecto exterior que ofrecen aquellas de un nivel socioeconómico o cultural al que yo estaba acostumbrada, empezaba a diluirse, y cuando llegué al exterior, en pocos minutos desapareció. Todos se alejaron en coches lujosos con chófer o taxis y ante nosotros sólo quedaban los pobres habitantes; y digo pobres porque realmente lo eran, pobres que vivían de la limosna de los que llegaban, de los pequeños robos, los timos y del mercado de dinero negro, «Dólares, dólares…» susurraban al acercarse a tí.

La primera intención fue proponer tomar un taxi porque me sentí desvalida, desprotegida y me atrevo a decir que temerosa, pero de forma automática me autoinfundí coraje. No hay nada mejor contra el miedo que mucha voluntad y una buena dosis de osadía. Pensé: «No he venido a hacer turismo, he venido a vivir aquí. Cuanto antes inicie el aprendizaje, mejor». No había mucho dinero, pero sí un futuro completamente incierto, y la opción fue un autobús de línea.

No sabíamos cuál era el destino del que tomamos, pero pensamos que cualquiera de los que allí había nos llevaría a la ciudad, y que en su momento, por las características que nos ofrecieran sus calles, sus casas o sus plazas, entenderíamos que tocaba apearse.

Se trataba de un autobús muy antiguo, completamente destartalado y decorado con profusión, no quedando libre ni un centímetro de su superficie que aparecía llena de dibujos de águilas, flores, indios y guirnaldas de muchos colores… en el que nos instalamos bajo las miradas curiosas de los viajeros. Toda aquella euforia y excitación que poco antes me mantenía dispuesta, en aquel momento casi se convirtió en tristeza y abrazada a mi mochila e inmersa en mis pensamientos, empezaron a aparecer las primeras calles de Bogotá.

El aspecto que ofrecían las casas no resultaba nada atractivo y la basura que se amontonaba en las calles denotaba desorden, abandono y suciedad. Pensé que al tratarse de barriadas de las afueras de la ciudad podría ser normal, pero aún así no se parecía en nada a lo que yo conocía y conocía muchas. Las edificaciones, ausentes de carácter o estilo, se sucedían unas a continuación de otras pintadas de los colores más inusuales: verde, rosa, azul… pero lo que más me llamó la atención fue que no había gente. Parecía una ciudad fantasma. En las paradas de autobuses algunos subían, otros bajaban, y yo esperaba encontrar ese sitio de la ciudad que pareciera adecuado para pararnos.

Transcurrida casi una hora recorriendo calles y más calles, el autobús empezó a alejarse cada vez más de la zona urbana comenzando a circular casi por caminos donde aparecían, entre los tramos de casas, espacios de vegetación, lo que me dio a entender que nos alejábamos de la ciudad y entrábamos en zona rural. Se acabó de pronto el asfalto de la carretera y el autobús inició un ligero ascenso por un camino de tierra medio embarrado, bordeado por casas cuyas fachadas parecían de ladrillos de adobe, y con pequeños porchecitos de latas o uralita de los que colgaban chinchorros; las puertas de las casas abiertas, niños pequeñitos muy sucios que entraban y salían, mujeres que fumando puros amamantaban bebés en plena calle y hombres que deambulaban sin rumbo calle arriba, calle abajo…

De repente, el autobús en el que sólo quedábamos mi compañero y yo, con todas sus campanillas de adorno tintineando debido al mal estado del camino, se paró de un frenazo, y el chófer gritó: «Fin del trayecto. Apéense». Con taquicardia, me enfilé la mochila, crucé mi cámara fotográfica como indicaban los carteles del aeropuerto, y nos bajamos. Le pregunté al chófer dónde estábamos y si quedaba muy lejos alguna zona de la ciudad donde pudiésemos encontrar un hotel no demasiado caro para alojarnos. ¡Menudo peso inútil la tienda de campaña en un país como aquel!. Exclamó, y rascándose la espalda, lo único que supo decirnos fue que preguntáramos, a medida que fuéramos introduciéndonos de nuevo a la ciudad, por el Triángulo Inter nacional.

Iniciamos el descenso por el centro del camino y a medida que avanzábamos los habitantes de las casas salían para vernos pasar, concentrándose en poco tiempo a nuestro alrededor una treintena de personas, en su mayoría niños, que nos seguían tocándonos y riéndose. Yo llevaba zuecos de madera y me resbalaba, y me cogí de la mano de mi compañero. Tenía mucho miedo.

. En un momento, fuimos sorprendidos por un chico joven con bastante mejor aspecto que todos los que nos rodeaban. Se colocó entre nosotros y asiéndonos por el brazo nos invitó a caminar más deprisa para salir cuanto antes de allí. Nos preguntó de dónde veníamos y cómo habíamos ido a parar hasta aquel lugar. Se presentó como estudiante de la Universidad y, ya en la ciudad, nos contó que había sido una temeridad haber estado en aquella zona y que si nos habíamos librado de quedarnos con lo puesto, seguramente habría sido porque los habitantes de aquel barrio estaban más sorprendidos de ver a dos personas de nuestras características, que nosotros mismos de estar allí. Aquella explicación me hizo verle en aquel momento como nuestro salvador. Ya he olvidado su nombre pero su imagen seguirá siendo un recuerdo imborrable.

El que la ciudad estuviese tan desierta tenía una explicación. Toda la población estaba concentrada en las grandes avenidas del centro con motivo de las manifestaciones programadas para el 1 de Mayo. Caminamos mucho rato y ya próximos al centro nos encontramos con un verdadero espectáculo al desembocar en una de las avenidas más ancha y más larga de Bogotá; allí, miles de personas con cientos de pancartas y banderas que enarbolaban con entusiasmo, gritaban consignas relacionadas con sus reivindicaciones. Nos vimos obligados a desplazarnos por calles adyacentes donde la multitud se disgregaba para poder seguir avanzando. No habiendo salido todavía de mi asombro, comenzó el acoso de vendedores callejeros que se acercaban a ofrecernos su mercancía, pero ¡qué mercancía! : marihuana, heroína, cocaína que hasta podías degustar, esmeraldas en bruto, con diferentes tipos de talla, otras piedras preciosas, oro, tabaco americano, relojes de marca falsos… y sobre todo, obsesión por comprar dólares… salvoconducto para la prosperidad, dólares que les permitieran adquirir un visado, aunque falso, para Venezuela o un viaje clandestino a través de la selva hacia su vecina «Tierra Prometida».

Por fin llegamos a un hotelito acompañados por nuestro rescatador que nos presentó al regente, que resultó ser español, no recuerdo si gallego o asturiano. Me senté después de liberarme de la mochila en un sillón del pequeño «hall». Estaba agotada. Tenía los pies destrozados y mi mente colapsada de impresiones, novedades y nostalgia. Nostalgia por Europa, por países conocidos como Francia, Italia, Alemania o Suiza, nostalgia por España, nostalgia por Monóvar, por mi casa… y pensé: «¿qué es esto?».

Saqué un paquete de Ducados para fumarme un cigarrillo y cuando el regente lo vio, vino hacia mí, cogió el paquete como si de un tesoro se tratase y me lo pidió. Se lo regalé. Se sentó a mi lado y empezamos a intercambiar información entre nosotros. El tabaco negro en Colombia en aquella época, no tenía filtro. Sólo existía una marca, Pielroja, y fumarse un Ducados con filtro, aparte de saberle a gloria le trajo muchos recuerdos. Yo le contaba cosas de España y él a mí otras sobre Colombia. Después de un ratito charlando subimos a la habitación. Me asomé por la ventana desde un piso muy alto y observé la ciudad ya anocheciendo. El aspecto que ofrecía era desolador: tejados de uralita y zinc, basura, papeles, restos de pancartas rotas, personas durmiendo en las aceras y pequeños grupos de niños, con plásticos y telas a modo de capas, que buscaban entre los escombros que por todas partes había cualquier cosa que pudiese tener algún valor.

No muy lejos se podían ver los grandes edificios que formaban el Triángulo Internacional, ese sitio de este tipo de ciudades latinoamericanas donde precisamente no parece que estés en Latinoamérica. Hoteles de cinco estrellas pertenecientes a cadenas hoteleras internacionales, Hilton, Sheraton, Meliá, sedes de grandes bancos extranjeros, y el museo del oro, orgullo de los bogotanos.

Después de una ducha en la habitación de aquel hotel donde todo me parecía extraño, me acosté en la cama y casi sin mediar palabra y repasando mentalmente los acontecimientos del día, me dormí. El despertar por la mañana no fue placentero. Todavía sentía el desasosiego con el que me quedé dormida. Trabajar doce horas diarias en Francia durante la vendimia día tras día, semana tras semana, mes tras mes, nunca me entristeció. Hasta puedo decir que el final de la jornada resultaba estimulante. Pero la sensación de soledad y el temor, supongo, a los deseos que ya se vislumbraban como irrealizables, me hacían sentir la pérdida del control de mi existencia, y esa sensación me asustaba. Tenía que salir de allí. Ni Bogotá, ni lo que representaba todo lo que ella contenía: sus habitantes, su estilo de vida y su pobreza, debían poder conmigo. Acepté no estar a la altura en aquel momento de asimilar como allí se vivía, y la decisión de abandonarla se produjo con rapidez. En Cali vivían unos amigos que conocíamos. Al finalizar el día, me marcharía de la ciudad. No me dejaría engullir por ella.

Caminando nos dirigimos al Triángulo Internacional y, supongo que a pesar de los esfuerzos de los responsables del orden, aquellos hermosos jardines y bonitas fuentes que lo adornaban, se encontraban repletos de papeles y desperdicios, producto de todo lo que la gente comía y tiraba. Por todas las esquinas había tenderetes con parrillas donde asaban desde carne llena de moscas, hasta mazorcas de maíz tierno que, después de asado, embadurnaban con mantequilla, con un aspecto que prefiero no describir. También vendían arepas, tortas hechas con harina de maíz que rellenaban con todo tipo de guisos y mejunjes y rodajitas de plátano verde fritas que después, con sal y metidas en bolsas de papel, la gente comía por la calle. Personas envueltas en harapos y con dermatitis en extremidades y cuerpo, con llagas de enorme superficie infestadas de moscas que revoloteaban sin parar, pidiendo limosna y que mostraban su desgracia para provocar la sensibilidad en los transeúntes y así conseguir algún peso. Niños bañándose en las fuentes y, contrariamente a la impresión del día anterior, una vorágine de personas que reían, comían o hablaban caminando de un lado a otro ajenas a todo lo que les rodeaba. Era su mundo. Nada parecía extraño para ellas.

Poco después, la estación de autobuses; y si las que conocemos en España son bulliciosas, la de Bogotá es indescriptible. Nunca después volví a encontrarme con personas tan malcaradas ni con tanto desorden y sobre todo, al quedarme sola mientras mi compañero compraba los billetes, tan acosada por las miradas y las sonrisas intimidatorias de algunos de los que por allí había, que sin ningún tipo de reparo se acercaban para observar mejor. Yo, con los tirantes de las dos mochilas enredados en cada uno de mis antebrazos, esperaba desesperada la llegada de mi compañero que me permitiría levantarme y salir a tomar aire fresco.

Pacientemente y sin alejarnos demasiado de la estación, recorrimos los alrededores mientras esperábamos a que llegara la hora de salida del autobús. Yo observaba con verdadera atención todo lo que iba viendo, y a la vez me decía a mí misma: «Begoña, no olvides nunca esto que estás viviendo para que cada vez que pienses que la vida está siendo injusta contigo, su visión te recuerde cuan privilegiada has sido por ser quien eres, por tener la familia y los amigos que tienes y nacer donde has nacido».

Monóvar 24 de Mayo de 1998

(Publicat a la Revista de Festes de Monòver 1998)